ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  16 de noviembre de 2019
                               
 

Bodas disfrazadas de civiles

No es que quiera decir con este título que haya bodas (muchas de las cuales parecen un carnaval) donde los novios vayan disfrazados de guardias civiles en vez de vestir chaqué o esos levitones relucientes y horteras que venden en la Costa Nupcial para contrayentes que se ha creado en torno a la Plaza del Salvador y la calle Cuna. Quiero decir que hay una extraña confusión a la que ha salido al paso con una carta dirigida a los párrocos, me imagino que por mano firme del arzobispo Asenjo, el vicario de la diócesis, don Teodoro Muñoz: las bodas canónicas se parecen cada vez más por sus añadidos ridículos y profanos a la civiles. Y viceversa, añadiría yo.

Pero antes quiero llamar la atención sobre un fenómeno que ha publicado ABC y que ha pasado inadvertido e indica el cambio de muchas mentalidades y sentimientos: las bodas civiles fueron el doble que las religiosas durante 2018. O sea, que están acabando con la afición. Y algo mucho más preocupante en la siempre muy católica y religiosa Sevilla: el número de recién nacidos sin bautizar se ha duplicado en ocho años. (Seguramente estos niños son los que luego quieren sus padres que hagan la primera comunión "por lo civil"). Vamos hacia una sociedad agnóstica que escarbamos. Me imagino que para alegría del nuevo poder político que se está consolidando en la España que estamos perdiendo, no precisamente caracterizado por su respeto y ayuda a las creencias católicas sociológicamente mayoritarias y por su protección a la Iglesia.

La carta de Don Teodoro se refiere a esas bodas de vergüenza ajena a la que muchas veces tenemos que asistir. Mejor decirlo con sus propias palabras, bien claritas con su valentía en la denuncia: «El matrimonio cristiano exige una celebración litúrgica que exprese de manera social y comunitaria la naturaleza eclesial y sacramental del pacto conyugal entre bautizados. Actualmente estamos observando que algunas celebraciones del matrimonio cristiano están muy alejadas de la celebración litúrgica que propone la Iglesia católica». Y añade: "La costumbre cada vez más frecuente que se da entre las parejas de encomendarse a empresas que les prometen crear una boda de ensueño, adornando el templo de forma inapropiada. Se elige una música profana para acompañar la celebración, ausente del carácter religioso, y el celebrante improvisa textos muy alejados del Ritual del Matrimonio o del Misal Romano. Está siendo habitual que, durante la celebración litúrgica, o después, uno de los contrayentes sorprenda al otro y a los demás invitados con una canción profana. Además comienzan a proliferar intervenciones de familiares y amigos en el ambón, recitando poesías o discursos llenos de tópicos improcedentes, multiplicándose los aplausos y convirtiendo la celebración sacramental en un espectáculo de escaso gusto».

Lo que digo, Don Teodoro: que las bodas religiosas cada vez más se parecen a las civiles y viceversa: que las civiles, las del Andén del Ayuntamiento con su desfile de modelitos y pamelas cada fin de semana, copian a las religiosas, de las que son un lamentable paripé. (Por cierto, me parece que cada vez les tiran menos arroz a los novios, ya no ponen la acera que parecía un bancal de la Isla Mayor.) El concejal que casa a los novios por lo civil suele creerse el párroco de la Casa Grande y no renuncia a dirigirles una especie de homilía. Por lo civil, naturalmente. Y luego hay siempre un amigo de los novios que lee un poema de Pablo Neruda como si fuera la Epístola de San Pablo. Una lamentable parodia civil del matrimonio canónico. Y la música, pues a veces hasta con el "Ave María" puesto en la megafonía. Lo sagrado se cuela en lo profano como lo profano se ha colado en lo sagrado, estimado don Teodoro León, en este mundo al revés que cada día padecemos más y donde a ver si igual que esa carta sobre las lamentables bodas canónicas con aficiones de civiles emite el Arzobispado un documento contundente sobre el uso de nuestras iglesias como salas de conferencias y coloquios o como auditorios de música, como si no hubiera otros sitios en Sevilla donde celebrarlos.

 

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