ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  4 de enero de 2020
                               
 

Asenjo no se va

Nos enseñaban en Portaceli que San Ignacio, quizá por su frustrada vocación castrense, le imprimió un carácter casi militar a su Compañía de Jesús. Y me acuerdo de aquel espíritu militar del santo de Loyola cada vez que jubilan a un obispo. El episcopado presenta su renuncia a Roma justo cuando cumple los 75 años, con una exactitud de fechas que me recuerda al pase a la reserva del capitán general de Sevilla, vulgo Jefe de la Fuerza Terrestre. Nuestro muy querido don Juan José Assenjo cumple los 75 años el 15 de octubre de 2020. Aparte de que todo el mundo se va a enterar de la edad que tiene, lo cual es una ordinariez, presentará su renuncia ante la Santa Sede. Que le nombrará un sucesor para la hispalense sede de San Isidoro, inmediatamente o tomándose las cosas con calma y concediéndole una prórroga sin que el cuarto árbitro de la Nunciatura tenga que sacar la tablilla de los minutos. A muchos que lo queremos, lo admiramos, lo tenemos por santo y sabio pastor y, en suma, somos sus partidarios, nos da coraje que ahora que Asenjo le había cogido la horma del zapato a Sevilla (con las sobaduras que hace muchas veces esta cobardona y falsa ciuidad), viene la Santa Sede y nos lo quitan, y sabe Dios a quién nos manda y cómo comprenderá a la complicada Sevilla de las cofradías ricas y las parroquias pobres.

Yo de momento ya tengo la escopeta cargada para el que venga. Saben que igual que el palo al mamarracho del cartel maestrante de los toros, es tradicional aquí gastarle una guasa sevillana al nuevo arzobispo que llega. Al "humildísimo" don Carlos Amigo Vallejo, luego Cardenal Amigo, le gasté la broma del Báculo Magefesa cuando, a su llegada, debutó con caballos en la procesión de la Virgen de los Reyes. Y con mi querido don Juan José me abrí de capa diciendo que tenía apellidos de árbitro de Tercera, "Asenjo Peregrina": "Arbitró el colegiado alcarreño Asenjo Peregrina". Menos mal que eso de Peregrina se ha perdido y ya es monseñor Asenjo a secas, y aquella guasa, que él tomó con resignación cristiana y sentido del humor, se ha olvidado.

Asenjo se va tras haberlo pasado muy mal en Sevilla en los comienzos. Yo no sé por qué, una cierta Sevilla que sé cuál es, la tomó con él. Le dieron textualmente el timo de la estampita para poner a la ciudad de uñas contra él. Asenjo tuvo que tragar quina, en su soledad de Palacio. Que no crean que vive en los grandes salones que como experto en patrimonio artístico de la Iglesia ha puesto de dulce, sino en una modesta vivienda en la parte que da a Placentines, en la que se conoce como "Casa de los Seises", en cuyo patio los ensayaba don Ángel Urcelay. Asenjo ha pasado horas muy amargas en Sevilla, y me consta. Lo resumía muy bien Javier Macías: "Don Juan José se despedirá habiéndose ganado el respeto y el cariño de una ciudad que lo acogió de malas maneras, dejando claro que quiere a las hermandades, de las que dice que son «un dique contra la secularización»." En las más difíciles horas, me preguntó por una frase de don Santiago Montoto como aguja de marear la Sevilla que le cerraba las puertas del cariño y del respeto. Le dije que en Sevilla hay que tener "paciencia, prudencia, verbal continencia, dominio de la ciencia y presencia o ausencia según conveniencia". Así ha sido. Ha resuelto dificilísimos problemas pastorales, ha renovado el Seminario, creado la Facultad de Teología, saneado la economía de la archidiócesis. Y ha estado varias veces muy seriamente enfermo, sin que nadie le oyera ni una queja ni una ausencia. Se conoce los quirófanos de Sevilla como sus conventos. Cada vez tiene menos enemigos y más amigos. Aunque él dice que si no quieres que se sepa algo en Sevilla no lo pienses siquiera, si me guardan el secreto les anunciaré que Asenjo no se va. Dejará de ser arzobispo, cierto. Pero ya ha elegido a Sevilla, la ciudad que le conquistó con sus incomprensiones primero y su cariño, para quedarse para siempre a vivir aquí en oración y en silencio, sin protagonismos, una vez que deje el Arzobispado: en la Casa Sacerdotal Santa Clara. Perdone, mi querido don Juan José, si he revelado un secreto. Pero como esto es un pueblo, un dificilísimo pueblo, y usted lo ha sufrido en sus carnes, aquí todo se acaba sabiendo.

 

 

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