ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  12 de enero de 2020
                               
 

Guardar la Constitución

A lo mejor es lógico y normal, lo que se lleva, pero a mí no me lo parece. Que el Rey se entere de los nuevos ministros por los periódicos y que ya una vez completado el Gobierno (en Neolenguaje, "Coalición Progresista") vaya Sánchez y le anuncie ¡por teléfono! a Su Majestad su composición con algo así como dos docenas de vicepresidentes y medio centenar de ministra y ministras... Corto me parece que me quedo, y no es exageración andaluza: el banco azul llegará del Congreso a Neptuno. Cuando justo tenía que haber sido al revés: primero llevar a La Zarzuela la lista de los nuevos ministros, enseñársela oficialmente al Rey y luego darla a conocer a los medios informativos. No es ya cuestión de ningunear o no al Rey para complacencia de republicanos: es simple educación. Educación cívica y constitucional, la que ensenñan en los colegios y seguro que ahora puntúa más que la Religión. Fijo.

Las formas... Con lo importantes que son las formas, aquí no se han guardado y menos de ahora en adelante. En la sesión de investidura una de las ordenarieces que más me sorprendieron fueron esos chaquetones colgados en los respaldos de los escaños de sus señorías, que tienen tan poco señorío. ¿Es que en el Congreso de los Diputados no hay guardarropas y no tienen un despacho propio para dejar la pelliza?

Pero nada como la toma de posesión de Sánchez como presidente en La Zarzuela, que me pareció un poquito a cencerros tapados. De Crucifijo y de Biblia nada, por supuesto: Estado aconfesional, frente a esa América de mis amores del lema "In God we trust" y cuyos nuevos presidentes juran sobre la Biblia. La toma de posesión de Sánchez estuvo cargada del espíritu de Chiquito de la Calzada. ¿Cuándo fue? ¿Antes de los dolores o después de los dolores? Ah, finstro, no, los dolores vendrían luego. Como ya están llegando, echándole a Iglesias paletadas de vicepresidentes y de ministros para recortarle poder en la Coalición Progresista a la que llaman Gobierno. De la toma de posesión de Sánchez ante Su Majestad me dejo bastante preocupado la fórmula de la promesa. Y me extrañó que en ningún telediario la dieran completa. Decía así la fórmula, impresa junto al ejemplar de la Constitución sobre el que Sánchez puso la mano: "Prometo por mi conciencia y honor"...

-- ¿Eso dijo?

-- Sí, ¿por qué me lo pregunta?

-- Porque me rechina lo de "conciencia y honor" en quien se ha comportado como lo ha hecho en los últimos meses. -

Pero déjeme seguir con la fórmula: "Prometo por mi conciencia y honor cumplir fielmente las obligaciones del cargo de Presidente del Gobierno, con lealtad al Rey, y guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado"...

¡Guasa! Y de la gorda. No lo de cumplir las obligaciones de presidente del Gobierno: en eso está sobrado. Hasta las cumplía cuando aún no lo era y estaba en funciones. La guasa viene con la Constitución. Este, para que Rufián y sus muchachos no "le hagan un Rajoy" en forma de moción de censura, es capaz de cumplir literalmente la promesa y guardar la Constitución. Pero bien guardada en un cajón, bajo siete llaves, como quería Joaquín Costa el sepulcro del Cid, para no tener que cumplirla. Guardarla y hacerla guardar. De momento todos sus socios separatistas y filoetarras de investidura ya la tienen guardada en un cajón, como pieza de museo, hace mucho tiempo, quizá anticipándose a sus instrucciones. Veremos si no guarda la Constitución, pero al pie de la letra, en un cajón, para no tener que mirarla ni que cumplirla y, sobre todo, hacerla cumplir en este cambio de ciclo, fin de era y quieren que de régimen: chirrín, chirrán a la Constitución de 1978.

 

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