ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  7 de febrero de 2020
                               
 

El estadio de los leperos

Ya menos, pero durante muchos años llamaron "el puente de los leperos" al del Cachorro en Chapina, del ingeniero José Luis Manzanares, cuando todavía no habían suprimido el tapón ni corrían las aguas del río por la dársena, de San Jerónimo a la Esclusa. Fue "el puente de los leperos" porque pusieron el puente antes que el río. Con todos mis respetos para los leperos y como cliente de su supermercado El Jamón, aquello del puente no fue nada al lado del mal llamado Estadio Olímpico de La Cartuja. Porque aquí, sí, hubo estadio, una locura, pero nunca Olimpiada, aquel sueño goyesco de la razón que produjo el monstruo de algo que no se podía alcanzar, cual unos Juegos en otra ciudad española tras haberse celebrado los de Barcelona. Puestos así, e insisto que con todos mis respetos para Lepe, el verdaderamente de los leperos fue el estadio. Hicimos el estadio de La Cartuja antes de tener la Olimpiada. Como lo del río, pero con otro río: el de miles de millones de dinero público gastados inútilmente, porque ni Sevilla ni Betis, como fue la idea inicial, aceptaron dejar sus propios campos y pasar allí a jugar los partidos. Por fin, tras gastarse inútilmente muchos millones y de formar los jaramagos de su abandono auténticas selvas amazónicas, por fin le van a encontrar al menos una utilidad anual al mal llamado Estadio Olímpico: ser durante cuatro años sede de la final de la Copa del Rey, torneo que este año, con la larga fase del partido único, se ha puesto bastante interesante, y ahí tienen al Mirandés en las semifinales.

El Estadio Olímpico está sin utilizar desde julio de 2018, en que hubo no una competición deportiva, sino un recital del cantante que se llama como Dominguín: Luis Miguel. ¿Es lógico que en un estadio olímpico haya habido más conciertos de rock o de pop y recitales de cantantes que competiciones deportivas? ¿Es lógico que tuvieran que clausurarlo por no sé qué defectos y peligros en su cubierta, que ahora con lo de los cuatro años de final de Copa del Rey parece lo va a arreglar la Junta? La Junta por su cuenta, cuando esa locura pertenece a una sociedad constituida por el Estado, la Diputación, el Ayuntamiento, los dos clubes sevillanos de fútbol y la propia autonomía.

El caprichito del estadio, por el que, como en el abandono del Hospital Militar, nadie pidió nunca responsabilidades políticas ni jurídicas, costó 120 millones de euros. Ya tienen que jugarse finales de Copa, ya, para amortizar esa locura de gasto inútil. Y mantenerlo sigue costando un dineral: 4 millones de euros al año. Así, claro, todas son pérdidas. Las del último ejercicio, 3 millones de euros. Y no acaba ahí la cosa. Se ha presentado como un triunfo que las cuatro próximas finales de Copa se jueguen en La Cartuja, pero no ha sido por amor a Sevilla de la Real Federación Española de Fútbol. Para que se juegue aquí la final de Copa hay que pagarle a la Federación un canon de 1,5 millones, ¡toma ya! Dicen que es una buena inversión, porque cada final supondrá para la economía sevillana una reversión de 43 millones de euros. Que por cada euro invertido, revertirán 29 en la hostelería y servicios sevillanos. Ojalá. Pero hay algo más lepero de cuanto queda dicho: para este año ya no da tiempo, pero para 2021 quieren suprimir las pistas de atletismo, para acercar más al público al terreno de juego y hacerlo más campo de fútbol, más como en Villamarín o el Sánchez Pizjuán. Será ya el acabóse: un Estadio Olímpico sin pistas de atletismo, no se le vaya a ocurrir a alguien correr allí los 100 metros lisos sin balón y sin Messi. Será como si a una plaza de toros le quitan los chiqueros.

¿Pues saben lo que me parece más serio que ha ocurrido en el estadio de La Cartuja desde que cometieron esa locura? Pues que fuera allí nada menos que la Esperanza Macarena, para presidir la misa de beatificación de Madre María de la Purísima, hermana de la Cruz como Sor Ángela. No sé qué repercusión económica tuvo aquello. Espiritual, toda. ¿A que va a resultar que esto de que finalmente el cerrado e inútil estadio de La Cartuja vaya a tener una utilidad, aunque sólo sea una vez al año con la final de la Copa del Rey, es un milagro de la Esperanza Macarena?

 

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