ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  16 de febrero de 2020
                               
 

Los Alburejos

España ya no es un país eminentemenete agrícola y ganadero. Los tractores de protesta en las carreteras y ciudades denuncian que el campo vende sus productos por menos de lo que cuesta producirlos. El campo, que muchos vemos como un hermoso paisaje, como una página de Muñoz Rojas, es una ruina. Tener una finquita es una de las más directas formas de arruinarse. ¿Y han visto que ya ni se hace demagogia con los latifundios? Ni latifundios ni minifundios: ruina de ruina y todo ruina, en una España que tradicionalmente vivió del campo. Así los pueblos se quedan vacíos... Y si encima esa finca es una dehesa que tienes como ganadería de bravo y no eres de los cuatro o cinco hierros que exigen las figuras, ni te cuento. Fernando Villalón se arruinó como ganadero porque quería criar toros con los ojos verdes. Ahora, si eres ganadero de bravo, te arruinas directamente si quieres simplemente mantener tu hierro. Si el campo español está mal y ruinoso, ni te hablo del campo bravo, de esa inmensa dehesa ecológicamente preservada, miles de hectáreas que conservan unos señores de su bolsillo, si que cueste nada al Estado, por su afición, que pagan mantener tanta grandeza antigua en este fin de raza y de era que estamos viviendo en todos los aspectos de la vida nacional.

Ha habido un rotundo y preocupante símbolo de cuanto digo: los Domecq han vendido Los Alburejos a un inversor extranjero ajeno al toro. Es como si los testigos de Jehová compraran la Catedral de León. Las 600 hectáreas de Los Alburejos en Medina Sidonia eran no sólo un símbolo del toro bravo y del caballo español, sino de Andalucía. Un templo del campo bravo, quintaesencia de España, de nuestra identidad, que levantó aquel gran señor, don Álvaro Domecq y Díez, que nos dejó deleitosos libros sobre toros y caballos. Que fue estrictamente "caballero en plaza", rejoneador de renombre en inolvidables temporadas que toreó a beneficio de obras asistenciales de Jerez, su tierra, de la que fue alcalde y que, recién nombrado, se presento en El Pardo para pedir personalmente a Franco lo más urgente para la ciudad: dinero para poder pagar aquel mes el sueldo a la plantilla municipal.

Con la venta de Los Alburejos es como si nos hubieran quitado parte de nuestra memoria a todos los admiradores de Don Álvaro Domecq, y a quienes animanos a continuar su obra a su hijo don Álvaro Domecq Romero, uno de los cuatro "Jinetes del Apoteosis" en el arte del rejoneo con los Hermanos Peralta y con Lupi, y creador del refinamiento de la Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre. Tuve el honor de ser invitado por Don Álvaro a más de un tentadero en Los Alburejos, que era como entrar en el señorío de una casa de Jerez en plena Ruta del Toro, dominada por la atalaya "del tiempo de los moros" que se elevaba sobre la finca y dio nombre a la ganadería. En Los Alburejos hasta los establos, como si fueran de caoba, olían bien. Por no hablar de tantos recuerdos sobre el empedrado del "Patio de La Espléndida", que Don Álvaro dedicó a su inolvidable yegua torera. Cuando llegaba la hora, Don Álvaro mandaba parar y decía, para ofrecer una copa: "Señores, que es La Ina en punto". Luego, la berza con tagarninas y el almuerzo campero servido con el sobrio señorío jerezano. Y la partida de dominó con Curro Romero ante los comentarios del Potra, ¿verdad, Enrique Montiel? Todo aquello es ya recuerdo, por culpa de los dictadores del toreo, que está peor que el campo. Triunfaba Torrestrella en la feria de una plaza de primera categorìa...y al año siguiente ni la ponían siquiera en los carteles, porque no la querían las figuras. Ojalá salve Alvarito el hierro en El Caracol, otra cercana finca de los Domecq. Suerte, ganadero. Pero el sonido de los cascos de la "Espléndida" sobre el empedrado de Los Alburejos será ya un recuerdo que, ay, se fue con Don Álvaro.

INFORMACION:

Álvaro Domecq vende la finca Los Alburejos: «Los toreros sólo quieren torear cuatro ganaderías»

 

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