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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 6 de marzo de 2020
                               
 

La Cuaresma íntima de Pilatos

Nos quedan todavía muchos desconocidos e íntimos ritos de la Cuaresma hispalense aún no masificados, ni pasto de las bullas noveleras. Y que no se enteren de esto los friquis catalogados por Francisco Robles. Lo que nos faltaban eran los "Frikis de capirote" ocupando estos secretos momentos de nuestra Cuaresma. Hoy, primer viernes de marzo, fecha que siempre cae en Cuaresma, se celebra, y de un modo extraordinario, uno de estos ritos tan sevillanos como hondos e íntimos. Sin bullas. Es el Vía Crucis de la Pía Unión en la Casa de Pilatos. Que este año tiene una significación más que especial, que habrá de continuar con otras diversas conmemoraciones religiosas, culturales o musicales. En este año de gracia de 2020 se cumplen quinientos del regreso a Sevilla tras su peregrinación a Tierra Santa de don Fadrique Enríquez de Ribera, primer marqués de Tarifa y Adelantado Mayor de Andalucía (1476-1539). Un viaje fundamental para la Historia de Sevilla, para sus devociones y su cultura. Viaje como el propio Jano que preside la fuente del patio de Casa de Pilatos, con dos caras: la devocional y la cultural. Don Fadrique trajo a Sevilla desde Jerusalén la devoción por el ejercicio del Vía Crucis. Como ha escrito nuestro arzobispo, "en los primeros años el Vía Crucis se celebraba en el interior de su palacio de la plaza de San Andrés y que a partir de 1529, debido al gran número de personas que deseaban practicarlo, se decidió iniciarlo junto a la puerta exterior del recinto palaciego, en la que se rezaba la primera estación, que finalizaba en el templete gótico de la Cruz del Campo construido en 1380 y distante del palacio 997 metros, los mismos que distaba el Pretorio de Pilatos al Monte Calvario".

De ahí toda la leyenda popular de Sevilla con Pilatos, al que hizo casi un personaje nuestro más, en su Casa, en La Macarena o en La Calzada. A la Plaza de San Andrés donde estaba "su casa", se le puso el nombre de Pilatos. Y el propio palacio de Don Fadrique fue conocido desde entonces como "Casa de Pilatos", para guasa de aquel cochero que decía a los turistas:

--Y esta es la Casa de Pilatos. Se llama así porque se la hizo Pilatos para venir a Sevilla a pasar la Semana Santa, que le gustaba muchísimo al hombre...

Hay todo un ciclo de leyendas populares en torno a la Casa de Pilatos que bien merecerían un curioso libro. Fruto todas de aquel viaje de Don Fadrique, de cuyo regreso ahora celebramos el medio milenio. Por ejemplo, cuenta una de esas leyendas que en la Casa de Pilatos están los restos del gallo que escuchó cantar San Pedro antes de negar por tres veces al Señor. Las cosas de Sevilla...

Y Roma. Si hay un aspecto devocional y religioso en las consecuencias para Sevilla de aquella peregrinación del primer Marqués de Tarifa a Tierra Santa, no menor es su importancia cultural. En pocas palabras: junto con la devoción por el Vía Crucis (en la que muchos ven el origen de nuestra Semana Santa), tras su paso por Italia en su camino a Tierra Santa, Don Fadrique trajo a Sevilla, a aquella Sevilla medieval, cerrada y amurallada, ni más ni menos que la apertura del Renacimiento, su nuevo gusto, sus ideas, incluso su estatuaria. Hizo de Sevilla la "Nova Roma" que ha estudiado Vicente Lleó. No exagero si les digo que los Enríquez fueron para la cultura de Sevilla como los Médici para Italia. Don Fadrique alentó todo tipo de manifestaciones del mismo arte, de la literatura, de la pintura, de la escultura que se estaba haciendo en Europa. Si San Fernando nos libró de ser África, Don Fadrique nos metió en los tuétanos culturales del Renacimiento, de la mejor Europa de su tiempo. Ahí está su huella, desde la decoración de los mármoles y esculturas de su Cssa de Pîlatos, donde se mezclan nuestro mudéjar y el Renacimiento, al magnificente viejo Hospital de las Cinco Llagas. Así que cuando esta tarde la Cruz de las Toallas de la Hermandad de los Negros abra el íntimo y secreto Vía Crucis de Pilatos, debemos recordar que hace ya 500 años que Don Fadrique Enríquez de Ribera puso en hora europea el sevillano reloj de la Giralda. Sin su importación del Renacimiento no se comprende el renacentista cuerpo de campanas que habría de levantar Hernán Ruiz sobre el viejo alminar almohade.

 

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