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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  2 de abril de 2020
                               
 

Colgar los balcones

Un lector, con un apellido sevillano clásico y antiguo del que prefiero guardar sigilo, me escribe y dice: "No habrá procesiones, pero sí Semana Santa. Y por eso mi suegra con 92 años ha colgado el balcón de su casa. Colguemos los balcones, aún viviendo en el extrarradio, para demostrar que Sevilla no olvida la Semana Santa, llueva, truene, o venga una pandemia". Este lector tiene clarísimo lo que para muchos parece oscuro: que no es que a causa del Covid-19 hayan suspendido la Semana Santa, sino las estaciones de penitencia, que no es lo mismo. Como en un reloj inexorable, los tiempos de la liturgia cristiana no se detienen, y aunque no lo parezca, porque ni siquiera salimos a la calle, a la luminosa calle de Sevilla, estamos en la última semana de la Cuaresma y el próximo, el que ya está aquí, dentro de tres días, es el Domingo de Ramos.

Un Domingo de Ramos ciertamente anómalo, sin estrenos, sin los sevillanos endomingados, sin cintitas moradas en la solapa de venir del baesamanos del Gran Poder, sin niños correteando por la rampla del Salvador mientras los padres se toman una cerveza al sol abierto que inaugura la semana del gozo, sin la hoja con el cuadrante horario de ABC o "El Llamador" de papel de Canal Sur Radio en el bolsillo, sin nadie viendo allí la hora en que ponen en la calle la cruz de guía de La Paz para calcular ir a verla por el Parque con los niños.

Pero la Semana Santa sí que está ahí, con la pureza de su liturgia, con el Evangelio del Domingo de Ramos con la narración de la Pasión, con los fastos de recordación de la Muerte de Cristo por nuestra salvación. Como luego vendrá la Pascua de Resurrección, en la que Dios quiera que también resucite España de todos estos males presentes que me la tienen medio muerta de miedo y paralizada, de negro luto, de enfermedad, de saturación hospitalaria, de preocupación, de tragedia, de ruina económica, de paro, de incertidumbre sobre la luz que algún día veremos al final del túnel.

Me gustaría ahora tener la agenda de monseñor Asenjo para saber cómo va a ser en la solemnidad de la Catedral esta Semana Santa anómala y rara que va a vivir Sevilla. Porque el sevillano no va a olvidar que es Semana Santa. ¿Habrá bendición de las palmas? ¿Podremos ir a la parroquia a recoger la palma que encargamos todos los años para poner en nuestro balcón con las cintas con los colores de nuestra cofradía, que es lo tela clásico de Sevilla? ¿Cómo será en los días grandes la bendición de los santos óleos en los solemnes cultos catedralicios? ¿Habrá oficios el Jueves y Viernes Santos? ¿Podremos seguirlos por el "streaming" de ABC y por 7TV, como las pasadas misas dominicales de monseñor Asenjo en la capilla de Palacio?

Todo esto es, cuando escribo, una incógnita, dentro del mismo convencimiento: que sea como sea, es Semana Santa y se conmemoran los misterios principales de nuestra Fe. Pero lo que no es una incógnita es que ya he escuchado voces de muchos sevillanos, como es Semana Santa aunque no salgan las cofradías, piensan colgar sus balcones como siempre. ¡Qué sevillana la por otra parte desusada octava acepción del verbo "colgar"! Dice el Diccionario en la definición de esta acepción: "Entapizar, adornar con tapices o telas". En sevillano no es "poner colgaduras" en los balcones; es "colgar los balcones". Con sus paños de damasco con galón de oro, como para recibir a un rey, que es el Señor, y a una reina, que es su Madre bendita. Si bonita está Triana cuando le ponen al puente las banderitas gitanas, más lo está Sevilla cuando el Domingo de Ramos aparecen tantos y tantos balcones del centro y de los barrios con sus colgaduras. La ciudad está "engalanada como una novia", según el texto de la Escritura según San Juan. No porque salgan las cofradías, sino porque es Semana Santa y conmemoramos la Pasión de Cristo. Me sumo a la iniciativa de esos sevillanos que, como es Semana Santa aunque no salgan las cofradías, piensan colgar sus balcones como un acto de afirmación en todo lo nuestro y en nuestra Fe, más necesaria que nunca, como la Esperanza, en estos tiempos difíciles. Y si le ponemos un crespón negro de luto por las víctimas del Covid-19 a esas colgaduras de los balcones, veremos que Sevilla sigue siendo Sevilla por muchas desgracias que se nos vengan encima. El lenguaje de los balcones. Como el aplauso de las 8 de la tarde, pero en colgaduras sevillanísimas. Resistiremos.

 

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