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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  13 de abril de 2020
                               
 

Vencejos sin Arenal

Ellos, heraldos alados de la primavera más honda y verdadera de la ciudad, que son al azul de nuestros cielos lo que sus blancas flores a los naranjos en cuanto asoman por el horizonte loa días más largos, me lo sabrán perdonar. Hablo de mis vencejos. De mis queridos vencejos del Arenal, del Museo, del Compás de la Laguna, de San Lorenzo, de San Vicente, de la Puerta Real, de la Judería de San Bartolomé. Los vencejos de Sevilla, Los que, ritualmente, cada año vuelven como en un verso de Bécquer, con sus recortes increíbles por las esquinas del cielo, entre las espadañas, entre las torres, entre las azoteas, entre las viejas tejas de las cubiertas a dos aguas.

Y como son mis amigos, y algunos hasta me ponen cartas cuando se encuentran lejos de la ciudad, pasando el invierno en la calidez de australes países, como unos millonarios en belleza que son, me sabrán perdonar que este año no haya escrito de ellos, ante tanta desgracia, tanta muerte, tanto miedo, en esta primavera a la que a pesar de su dolorosa rareza no faltaron en la llegada de su cita anual con Sevilla. Menos numerosos que otros años, me dicen los que, como este cronista, se extasían ante el vuelo sevillanísimo de nuestros vencejos a la caída de la tarde entre los arbotantes de la Catedral, o por las esquinas de la calle Santa Clara, o junto a esas jacarandas que pronto estarán en flor con sus morados, que este año serán de martirio, como en la copla.

Os eché de menos especialmente ayer, queridos vencejos de Sevilla. ¿Y sabéis por qué? Porque como están cerrados todos los templos para evitar contagios, también anda así la plaza de los toros, con las puertas atrancadas. Porque es un templo, claro: el templo del toreo según Sevilla. Donde ayer se cumplieron veinte años (¡veinte años ya!) del último Domingo de Resurrecciñon con paseíllo de Curro Romero, que fue durante décadas el mejor anuncio de la Pascua Florida según Sevilla.

Ayer, mis queridos vencejos de Sevilla, como sois buenos aficionados, os quedasteis sin corrida del Domingo de Resurrección en la plaza del Arenal. Como nos quedamos todos. No pudisteis, como en cada festejo, tiraos de espontáneos en el atardecer de la lidia del tercer toro, cuando ascendéis y descendéis como los viejos aeroplanos militares de Tablada y bajáis hasta el albero para comprobar que es verdad tanta belleza, mientras suena quizá "Cielo andaluz" en la Banda de Tejera bajo el cóncavo azul de la plaza.

Sé que estaréis extrañadísimos, y es raro que el más letrado de vosotros, el que escribirme suele de cuando en vez, no me haya puesto ya una carta con las preguntas que seguro os habéis hecho, pero, como nos habéis visto a todos tan preocupados, tan atemorizados, tan encerrados en nuestras casas, no os habéis atrevido a formular siquiera. Pero estoy convencido de que os habréis preguntado entre vosotros: ¿qué ha pasado en nuestra Sevilla este año, que hemos llegado y nos hemos encontrado con las calles completamente vacías, y se han escuchado más nítidos que nunca bajo este cielo tan limpio nuestros sonidos en los requiebros por las esquinas? ¿Qué ha pasado que no hemos visto una sola cofradía en la calle, sin tambores ni cornetas, ni hemos podido, a la caída de la tarde, dar vueltas por la plaza de Molviedro esperando que vengan los primeros cirios de la Quinta Angustia encendidos por la calle Castelar, desde la Puerta de nuestro Arenal?

Y por el teletepo de los naranjos ya sin flor, me hace mi vencejo más querido y familiar la pregunta que me emociona y entristece, que no sé si me saca de mi dolor o me hunde más en él: ¿qué pasó en el amanecer del Viernes Santo, que fuimos al Museo y no nos encontramos con el Gran Poder de Dios que nos creó, ni había nadie en las calles de la ciudad sosesagada y en calma rezando a la Esperanza? Pero como mi vencejo, por sevillano, es un guasón, como me ha visto tan triste al escuchar su pregunta, me arranca al punto una sonrisa cuando me dice: "Pero que estuviera cerrado el templo del Arenal y no pudiéramos ir a los toros ayer no nos importa. Total, como de todas formas no íbamos a poder ver a Pablo Aguado como queríamos..."

 

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