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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  17 de abril de 2020
                               
 

¿Cómo estáis todos?

Aseguran que situaciones como la presente de ansiedad, angustia y desesperación (que suena a bolero) sacan lo peor y lo mejor que llevamos dentro. Menos mal que, salvo excepciones, están sacado lo mejor de la gente. Y también algo de lo peor, todo hay que decirlo, como el chivato que todos llevamos dentro. Por ejemplo: ¿quién fue el chivato que llamó a la Policía para delatar que en la azotea de los Paúles en la calle Pagés del Corro estaban diciendo misa de Resurrección y había congregadas por lo menos ocho o diez personas? En Cuba existen los Centros de Defensa de la Revolución (CDR), verdaderars comisarías en manos de los vecinos, que se turnan para responsabilizarse del horror de espiarse unos a otros. En cada manzana hay un CDR, con unos vecinos que están deseando denunciar a quien no sea adicto a la dictadura castrista, que es delatado inmediatamente como contrarrevolucionario.

Aquí han salido con la crisis algunos vecinos con voluntad de CDR habanero, pero a la sevillana. Chivatos, vamos. ¿Qué daño hacían a nadie los que celebraban la Resurrección en la azotea de los Paúles? ¿O qué daño le hace a la comunidad el vecino que pasea 500 metros con su perro en vez de 300, o el que se sube a la azotea para estirar las piernas haciendo cincuenta olímpicos "largos de tendedero"? Bueno, pues siempre hay un vecino chivato que unas veces por envidia y otras sencillamente por mala sangre va y lo denuncia.

Pero ya digo que son los menos estos malnacidos a quienes la crisis ha despertado sus peores instintos. Como los que, porque pueden eontraminarlos, ponen carteles en el portal invitando a que se vayan a un hotel a los vecinos que son médicos y dan la cara con todo riesgo ante los afectados por el bicho. ¿Bicho? ¿Qué peores bichos que estos vecinos, y no el Covid-16? Menos mal, decía, que son los menos. Porque a todos los demàs les ha entrado un sentimiento de fraternidad y de caridad que les hace preocuparse por todos sus amigos y conocidos. Llaman a preguntar cómo estáis en la familia y esas llamadas me recuerdan el espìritu cristiano de las Pascuas de Navidad. Se están produciendo en la Pascua Florida, pero suenan a Pascuas de Navidad, cuando descolgamos el teléfono para felicitarnos y desearnos lo mejor. Ahora nos deseamos también lo mejor. Nos damos ánimos unos a otros para aguantar el confinamiento y poder superar la crisis del maldito bicho que está llenando tantos nichos.

Amigos a los que ves de higos a brevas o de Pascuas a Ramos te llaman no para otra cosa que para interesarse por ti y los tuyos. ¿No es bonito esto? ¿No es generoso? ¿No es cristiano? Deseamos el bien ajeno, y nos preocupamos porque todos los amigos y conocidos lo tengan. Y no sólo los amigos más cercanos, con los que charlamos todos los días, echando fuera las largas horas del confinamiento de este arresto domiciliario a que nos ha condenado Sánchez a todos los españoles sin consultar con la oposición, y sin el menor control: el Gobierno nos está metiendo (doblada) de hecho un Estado de Excepción. A mí, la verdad, me emociona que me llame para preguntarme cómo estamos un viejo amigo que a lo mejor hace tanto tiempo que no nos vemos que no tiene ni siquiera nuestro teléfono móvil, y nos llama al fijo. Estos son los del mérito y la verdad: los que te llaman al teléfono fijo; los de toda la vida; los que vieron nacer a tus hijos; los que nunca te fallaron en los peores momentos de tu vida. De hecho, unos como ejercicio de la caridad cristiana, otros como simple acto de solidaridad, nos hemos inventado una nueva obra de misericordia: preguntarnos cómo estamos y cómo llevamos en casa el Covid-19. No sé a usted, pero a mí me dan mucha alegría en el obligado arresto domiciliario esos amigos que suena el teléfono, oyes su voz conocida y te dicen:-

-- No, no te llamaba para nada especial, sino sólo para preguntarte cómo estáis todos y cómo lo lleváis...

Y como nunca viene mal una sonrisa en estos tan malos tiempos, vaya ahí mi contribución a la del día. Esas llamadas son como el saludo de los viejos Payasos de la Tele: "¿Cómo están ustedes?" "¡Bieeeeeen!" Gracias a Dios estamos bien tanto Don Pepito como Don José.

 

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