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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  22 de abril de 2020
                               
 

Urge la UPE

Un amigo gaditano con toda la gracia de la Tacita, cuyo nombre me callo para no ruborizarle, porque es persona seria en sus certeros golpes de humor, ha dicho que está muy bien que dejen salir a los niños del confinamiento, pero que a ver si permiten también que salgan los peluqueros, hombre, que están haciendo muchísima falta a señoras y caballeros.

Recordarán quizá que en el inicial real decreto del Estado de Alarma del 14 de marzo se incluían las peluquerías entre los establecimientos que podían permanecen con su actividad, al igual que las farmacias, los supermercados y las tiendecillas de alimentación de la esquina, que no debemos olvidarnos de ellas para que no quiebren. A muchos extrañó que las peluquerías estuvieran incluidas entre los establecimientos de primera necesidad. Tanto se extrañaron, que al momento las quitaron, aunque dejaran las clínicas veterinarias y las ópticas. Al poco tiempo. Bueno, poco... A la tercera o cuarta prórroga de aquellos primeros quince días de la Alarma, que ya hasta hemos perdido la cuenta. Al cabo de bastante más de un mes de Estado de Alerta y de calles vacías, se ha visto que no pensaba sin lógica quien quiso poner las peluquerías entre los establecimientos de primera necesidad, aunque luego echaran para atrás la idea. Que no estaba nada mal. No sé si han echado las cuentas, pero ya vamos camino de los dos meses con las peluquerías cerradas, para horror de esas señoras que no saben siquiera peinarse solas, y que van todos los días a la peluquería. No a lavar y marcar, o a ponerse mechas, sino simplemente a peinarse. ¡No saben peinarse solas, sin el concurso de su ya íntima amiga de todos los días la peluquera! Aparte de que se deben de gastar un dineral en peluquería, están a los pies de los caballos desde el 14 de marzo. Ni se quieren mirar al espejo. Les dicen a sus amigas, en esa terapia colectiva que todos practicamos de la larga charlita telefónica con el amigo desde nuestros respectivos encierros:

-- Menos mal que no tengo que salir a la calle y que las cosas del super y de la farmacia me las traen a casa, pero no puedes imaginarte el horror de pelos que tengo. Menos mal que no me ve nadie. ¡Qué vergüenza me daría que me vieran así!

Eso por lo que respecta a las señoras. Y de los caballeros, ni te cuento. Hay quien le cogió la pandemia lo menos un mes después de esa pereza que nos da a los caballeros ir a la barbería para un buen niquelado y lleva desde febrero sin pelarse. Por mucho que se estiren y alisen con peines y cepillos los pelos, aquello sigue crece que te crece, y están todos ya con unas melenitas la mar de simpáticas, hasta con ricitos a la jerezana en el cuello. Por eso apoyo sin condiciones la propuesta de mi amigo gaditano: que dejen salir a los niños, sí, pero también a peluqueras y barberos, para que no nos coja la tragedia con estos pelos como nos está pillando. ¿No existe la muy loable y eficaz Unidad Militar de Emergencias, la UME? Pues yo creaba la UPE, la Unidad de Peluqueros de Emergencia, y la ponía a funcionar por toda España, que falta hace. Creo que una compañía de la UPE actúa ya de oficio en La Moncloa, porque hay que ver lo bien pelado y repeinado que sale Sánchez a darnos el coñazo en la tele. Conmigo iban a ganar medio jornal, porque ya me están saliendo hasta tufos como los de los toreros antiguos. Y nada digo de la alegría de esas señoras con mono de peluquería, que oyeran que llaman a su puerta:

--¡Somos de la UPE, de la Unidad de Peluqueros de Emergencia, señora!

Si no, vamos a tener que cantar sobre el final del confinamiento como "Los Beatles de Cádiz": "La desescalada la tendrá aquí usted/cuando yo me pele,/¡ye, ye, ye, ye, ye!".

 

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