ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  10 de mayo  de 2020
                               
 

Alarma de Estado

Como cariño le coge el preso a la reja de la cárcel, que dice el cante, nos hemos acostumbrado al Estado de Alarma. Por falta de días de vigencia no será. Y lo que rondaré, morena, que la presente no será la última prórroga: vamos a la tanda de penaltis. Parece que siempre hemos tenido Estado de Alarma. Nos hemos aprendido incluso los tramos horarios en los que podemos salir a estirar las piernas y a ver que la gente, con la mayor insensatez, va por ahí sin mascarilla, repartiendo contagios. Mucho pedirla en los transportes públicos, sin exigirla en la calle y en la vida cotidiana. Tan lamentablemente acostumbrados andamos con el Estado de Alarma que no advertimos que el Gobierno lo está aprovechando para aprobar a grandes tacadas cuanto le interesa en los Consejos de Ministros, sin que nadie proteste, ni lea las tropelías que cada día aparecen en el BOE. Un arma en manos del Gobierno cargada de discrecionalidad y acercamiento a las tesis más filocomunistas que puedan temerse. Como la jaca de Estrellita Castro galopaba y cortaba el viento caminito de Jerez, los decretos-leyes del BOE van que escarban hacia Cuba y Venezuela, cuyo modelo nos están imponiendo mientras estamos todos preocupadísimos, y con razón, con el Covid. Como el que mira al cielo porque le han dicho que va un burro volando: digamos Pegaso mismo para hacerlo más literario y mitológico.

Hay muchísimos damnificados por el Covid, de los miles de muertos todavía sin luto oficial en toda la nación, a sus familiares, que hasta ahora, y si están confinados en una provincia de la Fase 1, podrán acompañarlos en su funeral. Pero entre los damnificados por el Covid no se cuentan a los afectados por las barbaridades de los decretos-leyes que nos están colando. ¿Había necesidad de cerrar tantas empresas, de cesar toda actividad, dejar en el paro a tanta gente? ¿Cómo todo esto que cada día sale en el BOE puede hacerse sin consensuar con la oposición ni comunicárselo antes? Están haciendo de su capa un sayo, y es lo que me asusta del Estado de Alarma: me crea la Alarma de Estado. Que nombren altos cargos a porrillo sin la mínima cualificación exigida; sólo en 24 de ellos nos vayamos a gastar 2,3 millones al año. Que 20 millones de españoles vivan ya de un sueldo del Estado, en una situación que va camino de ser insostenible, en la que las clases pasivas serán más numerosas que las activas. Que en Andalucía, por ejemplo, el 42 por ciento de los trabajadores dependan del cobro de fondos públicos, mientras se castiga a la empresa. Que la libertad de expresión cada vez esté más amenazada, incluso con una virtual censura con el pretexto de los bulos. Que, como ha denunciado Pablo Casado, no haya el menor interés en reactivar ya toda la economía productiva y que el Plan de Desescalada empeora la crisis: cada día cierran 6.000 empresas, hay un millón más de parados, otros 4 millones en ERTE y un millón de autónomos en cese de actividad. Que a pesar del número de parados, haya recurrir a mano de obra inmigrante para la cosecha de cultivos, porque es más fácil cobrar el subsidio que trabajar; y hablo, por ejemplo, de la fresa de Huelva. Que se maneje el Padrón a gusto del consumidor de las futuras elecciones, y que puedan inscribir votantes adictos en las circunscripciones donde más falta les hagan, sin la menor exigencia. Que tras una llamada de urgencia para que volvieran al trabajo ante la amenaza de la crisis del virus, sólo 14 liberados sindicales de la Sanidad andaluza acudieran a ayudar a los compañeros que dicen defender. O que cuando esté en marcha la Comisión de Reconstrucción, en cuya agenda los socialistas dejan fuera las libertades públicas, el vicepresidente sea un líder del PCE. Este es el Estado que están creando sin que nos enteremos con nuestro pánico por el Covid. Más que el Estado de Alarma, me alarma este Estado que están creando sin el menor control de la oposición.

 

 

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