ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  15 de mayo  de 2020
                               
 

La incertidumbre

Decididamente, nos ha mirado un tuerto. Los heroicos bares que abrieron sus terrazas iban a compensar la ruina de estos dos meses cerrados por el confinamiento, y va y se pone a llover. ¿Qué digo llover? A diluviar, a la hora de eso tan sevillano como el desayuno en la calle. ¿Cuántos desayunos dejaron ayer de dar en sus terrazas esos heroicos bares, con la tromba de agua que estaba cayendo? Dije que lo peor no es la preocupación por la amenaza sanitaria del Covid, sino la crisis económica que nos va a dejar su hecatombe. Pero hay algo todavía peor: la incertidumbre en que vivimos. La Medalla del Temor: "Hoy estamos mejor que ayer, pero peor que mañana". La inseguridad. Te crees que algo va a ser de un modo y a las pocas horas va el Gobierno y lo cambia todo de arriba abajo. Los comerciantes tienen sus almacenes atiborrados de existencias a las que no han podido dar salida en estos dos meses de cierre obligatorio con el personal en los ERTE y la ciudad desierta, todo el mundo en su casa. Bueno, esta es la hora en que no se sabe si habrá rebajas o no habrá rebajas. Primero dijeron que no había rebajas, porque se iba a congregar tanta gente ante los montones de gangas que era un peligro de contagio. Para que al instante dijeran que sí, que rebajas "presenciales", no por Internet, como habían anunciado. Para instantes después volver al comienzo: no habrá rebajas. ¿En qué quedamos? Nunca sabemos a qué carta quedarnos en nada.

Yo me creía que Sevilla, al pasar a la Fase 1, se iba a revitalizar, a revivir, iba a volver todo a una relativa normalidad económica. Pasas por el centro, o por el nuevo centro en torno al Nervión Plaza, y te da pánico. Las tiendas, aunque puedan abrir, cerradas. Hasta los bares, a pesar de la oferta de las terrazas, cerrados. Lo diré en unos términos sevillanísimos, como en aquella famosa huelga de la hostelería de un lejano Domingo de Ramos: todo está tan cerrado que no tienes ni dónde ir al baño en una urgencia. ¿Al de los hoteles, siempre tan cuidados frente a los guarrapandosos de los bares? Pero si los hoteles están cerrados, y hasta los que iban a abrir, como el Marriot de junto a La Adriática, aplaza su anunciada inauguración porque no está el honor para bollos con las fronteras cerradas, sin vuelos en San Pablo y exigiendo la cuarentena a los turistas que vengan. Exigencia que a lo mejor suprimen mañana.

La incertidumbre llega hasta a los guantes. Esos guantes azules o morados que los muy incivilizados tiran como basura al suelo, con la de virus que deben de tener. En algunos lugares te dicen que son obligatorios los guantes; pero luego llega un epidemiólogo y sentencia que no sirven para nada, que te dan una falsa sensación de seguridad que nada más que coges bichos malos con ellos, y que mejor que lleves las manos libres y te las laves cada dos por tres o te des con gel desinfectante.

Esta es la hora en que tampoco sabemos si la inminente prolongación del Estado de Alarma va a ser de quince días más, como señala la Constitución, o la ampliarán a un mes entero, para que el Gobierno siga haciendo mangas y capirotes y nos dé pánico la Alarma que en el Estado de Derecho está creando su virtual Estado de Excepción, en el que hacen lo que quieren y como quieren: ahora una cosa, al momento la contraria. Nunca pensamos que en vez de los problemas bancarios como en la crisis de 2008, íbamos a hablar de los de Bancos de Alimentos. Nunca pensamos que el problema no sólo iba a ser de crisis económica, sino de hambre, como esa cola de Aluche para recoger alimentos cuyo vídeo aterrador le habrá llegado. El Banco de Alimentos se queda sin reservas, con las que tendrá que atender la hambruna, sí, hambruna, de 60.000 sevillanos, sobre todo menores de 30 años parados o con trabajo precario. Y cuando creíamos que saliendo los niños de paseo y a jugar se iban a mejorar las cosas, crecen los contagios en menores de 9 años. Esto, hoy. ¿Mañana? Ah, cualquiera sabe qué va a pasar mañana. Es lo más aterrador: el permanente estado de incertidumbre política, sanitaria, social, económica en que nos ha tocado vivir, y en el que cualquiera sabe lo que va a pasar mañana.

 

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