Un ponderado amigo que llamarme suele muchas mañanas para comentarme el artículo del día, me decía ayer lo que quizá está usted pensando desde hace muchos días, en el tiempo para la meditación que hemos tenido de sobra en el largo confinamiento de estos 70 días de Estado de Alarma. Me decía: "Hablas con amigos socialistas moderados y tan patriotas como tú o como yo, que defienden la socialdemocracia y no quieren arruinar a España, y te largan de Sánchez lo que pensamos todos. Que es un horror lo que está haciendo, cómo está llevando la crisis sanitaria y, lo que es peor, la económica y la política; y que con tal de mantenerse en el poder es capaz de pactar hasta con el diablo si hace falta, siempre que el diablo tenga los escaños que necesita para continuar con su política de locuras. Pero luego ninguno de estos prohombres socialistas, que tienen bastante influencia dentro de su propio partido y que algunos incluso son lo que llaman "barones", se atreve a decir nada en público. Ahí tienes a Susana Díaz, cómo antes se enfrentaba a Sánchez y ahora es su más fiel servidora y agradadora. Y yo me pregunto lo que muchos habrán pensado: ¿No hay ningún socialista sensato que levante la voz en el partido y le pare los pies a Sánchez en esta ruina a la que está llevando a España y pida que se vaya del poder?".
Pues no lo hay. El puesto de trabajo es el puesto de trabajo, y todos los socialistas que en privado piensan de Sánchez lo mismo que usted, lo aplauden en público o, por lo menos, callan. No se atreven a decir nada. Ante un artista. Yo propondría a Sánchez como académico de la Real de Bellas Artes de San Fernando. Con su política ha hecho de la mentira una obra de arte. Algo que me recuerda al genial Picoco. Le escuché una vez decir al ocurrentísimo Vicente Pantoja, en sus frases llenas de ingenio y de gracia:
-- Mira, yo soy tan mangón que no puedo poner un negocio, porque hasta me darían ganas de meter la mano en el cajón de la caja registradora y robarme yo mismo.
Sánchez ha superado ampliamente a la mano de Picoco robándose en su propio cajón. Sánchez se miente ya a sí mismo, aparte de mentir a su Gobierno y, por descontado, a todos los españoles. Que se lo pregunten a la vicepresidenta Nadia Calviño, que se enteró por los medios y con nocturnidad, ya terminado el pleno de prórroga del Estado de Alarma, que su señorito Sánchez había pactado con Bildu la derogación de la Reforma Laboral. Menos mal que, una vez consumado el engaño de que había sido objeto, se atrevió a decir algo tan sensato como que "sería absurdo y contraproducente abrir un debate sobre la reforma laboral y generar la mas mínima inseguridad jurídica en este momento".
Sánchez, con tal de seguir lucrándose de su política de suicidas decretazos para la destrucción de España aprovechando el Estado de Alarma, ha sido capaz de algo tan indigno y vomitimo como pactar con los herederos de los que asesinaron, entre otros muchos socialistas, a sus compañeros Fernando Múgica o Ernest Lluch. Mintiéndose a sí mismo, además. Porque hace justo un año, en junio de 2019, proclamó muy convencido el embuste más gordo de todos los que ha dicho en su inigualable arte de la mentira como método de gobierno: «Se lo digo 5 o 20 veces, con Bildu no vamos a pactar. Con Bildu no se acuerda nada». ¿Que no se pacta nada? ¡Lo que haga falta para rematar su obra con el supremo arte de la mentira!
Y pensar que todo esto empezó con aquel "pásalo" del sangriento 11-M... Recuerdan la frase que Rubalcaba dejó para la Historia: "Los españoles merecen un Gobierno que no les mienta". Sánchez ha mejorado la frase, sobre el horizonte de los cerca de 30.000 muertos del Covid: "Los españoles merecen un presidente del Gobierno que no se mienta hasta a sí mismo y haga de la mentira una obra de arte".
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