ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 16 de junio  de 2020
                               
 

Currito, dale a los chorritos

Como el bicho malo del puñetero virus nos ha robado, no sólo el mes de abril, como en la canción de Joaquín Sabina, sino la primavera tradicional de Sevilla entera, con todas sus fiestas, de los capirotes de los nazarenos a las carretas del Rocío, pasando por los gorrones de Feria o los seises del Corpus, en las terrazas de los bares hemos pasado directamente desde las estufas haciendo sus candeladas de butano como de hoguera de campamento indio y de los toldos con su calefacción de barras de rayos infrarrojos a... ¿Pasaremos a los chorritos pulverizadores de agua para refrescar el ambiente en las terrazas o lo impedirá Sanidad, y no pasaremos a ninguna clase de anormal y extraña y rarísima "nueva normalidad" a la que no hay quien se acostumbre? Vas por un acera tranquilamente, pasas bajo el toldo de la terraza de un bar y los chorritos te pegan un zurriagazo de agua que parece que estás en el orvayo de Santiago de Compostela, que te empaña las gafas y que a las señoras las hace perder en un momento el dineral que se han gastado en la peluquería de la que acaban de venir.

Las terrazas de los bares han sido como una pista de despegue de San Pablo para que remonte la economía de los que han aguantado el tirón de los dos meses largos cerrados por el confinamiento. Antes que el aeropuerto, han abierto las terrazas de los bares y la gente se ha tirado como los locos a una de las costumbres sevillanas más practicadas y menos comentadas: desayunar en la calle. Dime cuántos molletes de Antequera despacha tu bar en los desayunos de cada día y te diré cómo andas de recaudación y de recuperación de pérdidas. Aunque el desayuno en la calle ha tenido su gran competidor en el teletrabajo. Quien trabajaba desde su casa en pijama o en chándal, ¿cómo iba a ir a desayunar a la calle, al bar de siempre, donde nada más que lo ven entrar por la puerta sabe el camarero que lo atiende siempre cómo quiere el café y si la tostada es con jamón y tomate o con manteca colorá bien despachada de colesterol del malo? Los heroicos bares de Sevilla, símbolo de la recuperación económica a pesar de todas las precauciones que les ha obligado a poner Sanidad y a pesar de la disminución de mesas y de las distancias en el mostrador, tienen ahora todo el verano por delante con sus terrazas, que pueden estar abiertas hasta las mismas tantas de la noche, para desesperación de algunos vecinos, que sufren precisamente no el "silencio de Nervión" del partido del otro día ni el "silencio de Heliópolis" del partido de anoche.

Lo que no sé, ni he visto que se haya publicado nada, es lo que, aparte del porcentaje máximo de veladores en las terrazas, dice Sanidad sobre los sevillanísimos pulverizadores de agua adosados a sus toldos, que vienen a crear un microclima que a muchos recuerda el de las pérgolas de la Expo. ¿Son buenos o malos para la propagación del Covid los clásicos chorritos veraniegos de las terrazas para refrescar el ambiente, que pasas, por ejemplo, por la calle Albareda y sales casi chorreandito de tanto zurriagazo pulverizador?

A mí esto de los chorritos incorporados a los toldos con sus "nebulizadores", que es su nombre técnico, me recuerda algo tan clásico y nuestro como el anuncio con Leopoldo y Currito de toldos Quitasol, con la voz del maestro Araujo y el fondo de "La sombra vendo" de Marifé de Triana. Con los chorritos de los nebulizadores todos hemos pasado a la modernidad del microclima en Modo Expo, que esos toldos, Leopoldo, han extendido por la ciudad toda. Entre las velas en el centro y los chorritos, la verdad es que en muchas calles desciende la calor unos cuantos grados. Pero insisto en que no sé si Sanidad aprobará este año o no esa artificial finísima lluvia de frescor veraniego. El alcalde Juan Espadas ya ha dado, por fin, la orden de poner las velas de toda la vida en las calles del centro, que es como un municipal "Leopoldo, échame el toldo". Lo que ahora habrá que ver es si Sanidad se pasa a la modernidad, con la voz del maestro José Antonio Araujo, y autoriza el ya clásico microclima veraniego de las terrazas: "Currito, dale a los chorritos".

 

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