ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  1 de julio  de 2020
                               
 

Rey en guayabera

Hay en Cádiz una asamblea de ilustres guasones, donde están apuntados desde catedráticos a escritores, que fundaron la Real Orden de la Guayabera. En defensa y difusión de esta prenda colonial de caballero, tan fresquita, tan ceremonial, elegante, que viene a ser la etiqueta oficial de los países cálidos del Caribe, de Cuba al Yucatán. Igual que hay cantes flamencos de ida y vuelta, y arquitectura barroca de ida y vuelta, e incluso cocina de ida y vuelta, la guayabera es prenda de ida y vuelta. Vino de América, donde cuenta la leyenda que a un guajiro cubano se le ocurrió pedirle a su mujer que le pusiera dos bolsillos inferiores a los faldones de su camisa, para que pudiera llevar más guayabas de las que recolectando andaba. La guayabera recibe muchos nombres en todo su ámbito de uso en nuestras virreinales antiguas provincias americanas. Pero en todos es prenda de etiqueta si es de manga larga. Los cubanos lo tienen claro. Usan la guayabera de manga corta como fresca prenda de diario y se ponen la de manga larga para las grandes ocasiones, como aquí el traje y la corbata. La guayabera es, por así decirlo, un traje de corbata, etiqueta caribeña. E incluso más. Recuérdese que García Márquez fue a recoger su Premio Nobel vistiendo a modo de frac su guayabera, que en Colombia recibe el nombre de liqui-liqui. Como aquí, por el origen habanero de su etiqueta, se conoce popularmente como "cubana". Cubana primorosa, blanca o de vivos colores, o incluso con bordados y adornos sobre las de tonos azules oscuros.

No sé si por obra de los desvelos de la Orden Gaditana, pero la guayabera, tantos años olvidada o usada sólo por personas de muy avanzada edad, se ha vuelto a poner de moda y a usar por gente joven, sobre todo en Andalucía, donde cualquiera es el guapo que va con chaqueta y corbata con 40 grados a la sombra. Por eso no nos ha extrañado nada, sino, al revés, nos ha enorgullecido a sus defensores (¿verdad, Fernando Santiago?) que su Majestad el Rey, a la hora de ir a visitar el Tercer Mundo andaluz del barrio más pobre de España, las Tres Mil Viviendas, haya vestido en Sevilla su elegantísima guayabera de color celeste, dando así razones más que sobradas para que la citada asamblea creada en su defensa en la Cuna de la Libertad tenga todos los derechos para ser la Real Orden Gaditana de la Guayabera.

Pero muchos, ay, y peor para ellos, no saben nada de guayaberas, y portavoz de Podemos ha habido que ha afeado al Rey que para visitar el Tercer Mundo andaluz del Polígono Sur sevillano se haya presentado con su guayabera de reglamento. Que viste con naturalidad y elegancia. No en balde, cuando era Príncipe de Asturias, asistió en representación del Reino de España a la toma de posesión de tantos presidentes de naciones hispanoamericanas, en cuyos solemnes actos muchos acudirían, naturalmente, con la etiqueta caribeña de la guayabera, de la cubana. Han criticado al Rey porque cuando va a Palma de Mallorca se pone traje y corbata y que a Sevilla haya venido (sic) "en mangas de camisa y con los faldones por fuera". Quien tal dice no tiene ni idea no sé de otras cosas, pero sobre guayaberas no sabe nada. Y critican la elegante guayabera regia confundiéndola con la camisa arrugada y sudada y con los faldones por fuera del pantalón con que hemos visto a Pablo Iglesias en más de una ocasión en el propio Congreso de los Diputados.

Loor, pues, a la regia guayabera de Don Felipe VI, que aunque no le hayan entregado título alguno en un pergamino enmarcado, porque los ilustres guasones de la Tacita son así, se ha ganado a pulso, en un bautismo de sudor y en nuestro Tercer Mundo interior, el título de presidente de honor de la Real Orden Gaditana de la Guayabera. O de la cubana, si es que prefieren llamarla así como denominación de origen, compay.

 

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