ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  6 de julio  de 2020
                               
 

El madrugón de los domingueros

A raíz de la supresión este año, por el riesgo de contagio del virus en las aglomeraciones, de la procesión de la Virgen de los Reyes, nos referimos el otro día a los tres maravillosos y sevillanísimos madrugones. Del Viernes Santo cuando se quieren ver todas las cofradías de la Madrugada antes de su entrada, del Corpus Christi y del 15 de agosto. Y como hay leales y desprendidos lectores que me dan el trabajo hecho (con lo que respondo a la habitual pregunta de "cómo se le ocurre a usted todos los días un tema?"), tomando lo que dije de los sagrados madrugones de Sevilla, un amable seguidor me envía una como reescritura de los Tres Jueves del Año: "Tres madrugones hay en el año en Sevilla que relucen más que sol: Corpus Christi, Viernes Santo y el bendito de agosto, Mariano Madrugón".

Mas esos son los madrugones de la religiosidad popular sevillana. Pero me hace ver este lector que también existen los, digamos, "madrugones por lo civil". Entre los que no puede estar más de actualidad el Madrugón del Dominguero. Y más este año, que no quiere el hombre llegar a la playa cuando ya está cerrado el acceso porque rebosa de gente o no puede encontrar un acotado más que en un lugar apartadísimo de la orilla. Antes a estos domingueros del madrugón, de los que a las 7 de la mañana ya están en el coche con toda la impedimenta playera cargada camino de Matalascañas o de Chipiona, podría decírseles como una frase que recordaba el otro día, con la que los taurinos suelen consolar a los novilleros que por el fallo con la espada en su segundo pierden la ansiada salida por la Puerta del Príncipe en la plaza del Arenal: "Tranquilo, que la Puerta del Príncipe está ahí, que no se la llevan". Antes, a los domingueros del madrugón habría que decirles algo por el estilo: "Tranquilos, y menos prisas y menos correr por la carretera, que la playa no se la llevan..." No se la llevan, no. Pero ahora los vigilantes puestos por la Junta pueden cerrar los accesos si aquello está ya empetado, se ha superado el aforo previsto y no pueden guardarse las llamadas "distancias sociales". Las que por cierto no se observan en las incívicas y peligrosas botellonas de los chavales sin mascarilla que se creen que lo del virus no va con ellos, y contra los que el Ayuntamiento debería emplear toda la contundencia de la ley.

El dominguero madrugador lo que quiere es llegar de los primeros a la playa. Ah, y que no le coja la caravana por la carretera. Si va a Matalascañas, no quiere que le atrape la caravana de la marcha lentísima y los parones cada dos por tres cuando la autovía se estrecha al pasar Almonte y se convierte en peligrosísima carretera de dos direcciones, que nunca nos explicamos por qué no ha sido ya desdoblada hace muchos años. Por los ecologistas, dicen. Se ve que los ecologistas no son playeros y mucho menos domingueros. Y les da igual las caravanas que se formen hasta llegar a la que urbanizaron los suizos como "Playas del Coto de Doñana" e iba a ser como un Sotogrande, pero que a la postre quedó convertida poco menos que en la playa de Bollullos Par del Condado y en fuente de recaudación para el Ayuntamiento de Almonte, que sabe que los que van a esa playa son de otros sitios y, como no les votan, no tienen que cuidar la urbanización.

Como los americanos clavaron su bandera de las barras y estrellas contra los japoneses en lo más alto del Iwo Jima en la II Guerra Mundial, el dominguero quiere plantar su sombrilla lo más cerca posible de la orilla. Es su Iwo Jima particular, de ahí el madrugón. Pero como no es hombre de la mar, ni sabe de mareas llenas y mareas vacías, no tiene en cuenta que el agua está subiendo, y que quizá dentro de dos horas tiene que quitarla de allí, porque la pleamar por poco se lleva la nevera con la cruzcampo fresquita y la fanta de los niños, y hasta la butaca plegable de la suegra. Y adiós, Pampa mía, tiene que buscarse otro sitio, en la arena seca, mucho más atrás, con lo que le resulta absolutamente baldío el madrugón. Que luego se corresponde con lo pronto que el dominguero del madrugón quiere levantar el campo. En cuanto ha pegado el cabezazo de la siesta bajo la sombrilla, a las 6 de la tarde, ya le está metiendo prisa a la familia:

-- ¡Venga, vámonos ya, antes que nos cojan la caravana y las retenciones de vuelta!

 

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