ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  25 de julio  de 2020
                               
 

La canícula

Venía en las antiguas hispalenses gacetas por estas fechas una noticia tradicional que se repetía de año en año, casi con el mismo texto. Decía: "Ayer empezó la canícula, el período más caluroso del año según todas las predicciones astronómicas". No eran tiempos de alarmas amarillas o rojas ni de mapas del tiempo, sino de saberes de Almanaque Zaragozano, elementales, ciertos y tradicionales. Y así es. El 15 de julio no es un día cualquiera de verano para la meteorología. Da inicio al periodo más cálido del año: la canícula. Su concepto echa raíces en nuestros ancestros. De hecho tiene un vínculo con la observación del cielo en tiempos pretéritos. Antiguamente la constelación Can Mayor (de ahí viene el nombre de "canícula", de pequeño perro), con la estrella Sirio conocida entonces como "la Abrasadora", aparecía en el cielo junto al Sol en esta época de temperaturas muy altas. Hoy, dicen los expertos que saben de verdad (no los que se van a hacer surfing en Portugal), que ya no coinciden en el calendario el orto helíaco de Sirio y la etapa más cálida, pero el nombre ha quedado asociado a esta última, independientemente de que la constelación ahora aparezca a principios de septiembre.

Hasta esto cambia. "Canícula" se nos ha quedado como sinónimo de "tela de calor", dicho a la sevillana. Cuando todavía, a pesar de la que está cayendo no han terminado de poner las velas en las calles para que den sombra, y nos quedamos, como aquí tantas veces hemos recordado en los últimos días, sin los toldos del Corpus puestos permanentemente en la Plaza de San Francisco, delicia estival. Y que conste que había este año mucha gente que estaba deseando que llegara esta calor, porque decían que las altas temperaturas mataban al bichito dichoso del Covid. ¡Pero si quieres arroz! Parece que se lo han dicho al tío: cuanta más calor está haciendo, mayores los brotes y rebrotes, así como la inconsciencia incívica de los que sin mascarilla y sin distancia no se pierden su botellona, como si nada ocurriera ni las cifras fueran tan preocupantes como dicen los políticos y toda persona sensata con sentido común.

Este año dicen que los días verdaderos de la canícula, o sea, del calor tela, son en la presente semana, del 20 al 26 de julio. Pero tampoco eso es nuevo. Cuando más calor ha hecho siempre en Sevilla ha sido en la Velá de Santa Ana, de la que este año no nos queda más que esto, esta calor como antigua. Sí, hay calores antiguas y calores contemporáneas, como los periodos de la Historia que ya no estudian en Secundaria. Cuando paseabas una noche de Velá por la calle Betis escuchabas siempre: "¡Ojú, quillo, no corre ni una mijita de aire, qué calor más grande!". Antes que los meteorólogos se inventaran todas estas tonterías de las alertas amarillas o rojas, siempre había en Sevilla dos varas termométricas populares de medir la temperatura en la canícula: la que se podía soportar, que era "el calor", con la frase clásica "¡Vaya el calorcito que hace!", y la insoportable, "la calor", con lo de: "¡Vaya tela esta caló tan grande que hace".

Yo creo que incluso hacía en Sevilla menos calor. No hay nada que te dé más sensación de calor que ver la temperatura en los termómetros callejeros, que recordarán que una vez los anularon de servicio durante una carrera para que a los atletas no les diera un soponcio al mirarlos. Los termómetros miden lo que quieren y, además, nunca coinciden con el que lleva tu coche en el interior. Y luego, la tontería de las alarmas, que dan más calor todavía. No hay nada que dé más calor que anuncio de una alarma amarilla por las altas temperaturas. Y no te digo si es roja. Que son las temperaturas que han hecho aquí siempre, sin tanto cuento del alfajor. Ahora, vengan alertas y venga a asustar a la gente con ellas. Lo que logran es multiplicar la sensación de calor que toda la vida ha hecho en Sevilla, incluso cuando no había aire acondicionado ni ventiladores siquiera; lo más, el búcaro, el carro de la nieve y los cines de verano con su "selecta nevería". Estábamos tan acostumbrados a la calor de la canícula que ya saben la legendaria frase, no sé si cierta, del Rey Católico sobre lo bien preparada que estaba Sevilla para estas temperaturas: "Los inviernos han de pasarse en Castilla y los veranos, en Sevilla".

 

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