ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  28 de julio  de 2020
                               
 

La puñalá inglesa

Admirábamos muchas cosas inequívocamente inglesas, representativas del Reino Unido de la Gran Bretaña. De la ginebra inglesa a los enganches a la inglesa en los coches de caballos. Nuestros principales grandes almacenes son un homenaje al Reino Unido: El Corte Inglés. No francés, no: Inglés. Que se llaman así por los cortes de traje de buen paño inglés para que nos hiciera un traje el sastre que comenzó vendiendo don Ramón Areces en su tienda primitiva y pequeña de la calle Preciados de Madrid. Pero desconocíamos la que nos pegaron la otra noche, mucho peor que la trapera: la puñalá inglesa. Un sábado por la noche y con efecto inmediato, Gran Bretaña ha impuesto la cuarentena a todos los viajeros que procedan de España. Así que nosotros aquí en Sevilla contentísimos porque la compañía British Aireays acababa de establecer un vuelo directo entre San Pablo y Heathrow, y vienen los ingleses y, sin aviso previo, en horas, imponen contra España la cuarentena y nos pegan la puñalá del confinamiento. Algo a lo que en España no se obliga ni a las comarcas y demarcaciones sanitarias más afectadas por el covirus, donde las consejerías de Salud de las autonomías recomiendan todo lo más a la gente que salga lo menos posible a la calle y que se quede en casita todo el tiempo que puedan. Y, además, Gran Bretaña impone la traicionera cuarentena cuando aseguran que allí sus cifras de contagios y de casos por cada mil habitantes son mucho peores que las nuestras.

El vicepresidente andaluz, Juan Marín, ha señalado la ruina absoluta que supone esto para el turismo en la Costa del Sol, que es donde principalmente vienen los ingleses de vacaciones a Andalucía. Y para Sevilla también, aunque no hayamos protestado. Cuando estábamos levantando un poco cabeza, y había hoteles con una ocupación medio aceptable y reservas bastantes esperanzadoras, vienen los ingleses, que son tan suyos que hasta circulan por la izquierda, mantienen la libra esterlina y se han ido de la Unión Europea con el Brexit de los demonios, y al imponer la cuarentena nos hacen perder toda esperanza de recuperar el turismo británico, principal fuente del sector.

¿Ustedes saben qué es lo que creo? Que de esta puñalá inglesa tiene la culpa nuestra ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, por haberse reunido en Algeciras, de tú a tú, de igual a igual, con el ministro principal de la colonia inglesa de Gibraltar, con Fabián Picardo. Eso de que Picardo actúe por su cuenta, sin contar con el Foreign Office, le ha tenido que sentar a cuerno quemado al ministro de Asuntos Exteriores británico, que consideran a la Roca (como llaman ellos al Peñón) como una parte más del Reino Unido, como pueda ser Gales, y no como una propiedad política de Picardo ni de ministro principal alguno de ese trozo de España usurpado por los ingleses y hollado (como cantábamos en el himno en el colegio) por la bandera de la Unión Jack junto a la propia del Peñón, roja y blanca y con un escudo de la llave del Estrecho que a mí me recuerda una barbaridad al emblema de nuestra antigua División Guzmán el Bueno y de nuestra actual Fuerza Terrestre del Ejército de Tierra. Ellos creen que tienen la llave del Estrecho, cuando esa llave es más nuestra que la del portal de casa.

Los daños al turismo son incalculables y será ahora mucho más difícil que levante cabeza. Pero, ¿y el que se le produce a los españoles que hayan de viajar a Londres o a cualquier lugar de Gran Bretaña y se encuentren con que tienen que estar confinados no sé cuantos días, y con amenaza de multas gordas si no lo hacen? ¿Mira que si alguien tomó la otra mañana en San Pablo el avión de la British camino de Londres sin saber lo de la cuarentena, porque no había visto el telediario de la noche ni leído los periódicos de la mañana, y se encuentra con que el billete de vuelta ya no le vale, porque tiene que estar una serie de días en cuarentena, que a ver quién le paga esos gastos? Lo que digo: una puñalá. Los ingleses en este caso se han metido todos a traperos, como los chamarileros rumanos del carrito que rebuscan en los contenedores. Le han pegado a nuestro turismo una buena puñalá trapera, digo, inglesa.

 

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