ANTONIO BURGOS | ANTOLOGIA DEL RECUADRO


ABC de Sevilla,  12 de agosto  de 2020
                               
 

Aire acondicionado

Publicado el 27 de mayo de 1979

 

"Los mejores resfriados se cogen en Sevilla antes del cuarenta de mayo, cuando todavía no nos hemos quitado el sayo, pero ya han enchufado todos los aparatos de aire acondicionado"

 

 A mí que me dejen de cuentos: los mejores resfriados no se cogen en Sevilla en pleno mes de enero, en la esquina de Matacanónigos; ni en octubre, cuando los días empiezan a acortarse y las sombras le meten a uno la humedad entre los huesos por los callejones de San Vicente y San Bartolomé. No. Los mejores resfriados se cogen en Sevilla antes del cuarenta de mayo, cuando todavía no nos hemos quitado el sayo, esto es, que no nos hemos puesto la cubana, pero ya han enchufado, en cambio, todos los aparatos de aire acondicionado del mundo.

 

El aire acondicionado era antes un espectáculo. Lo anunciaban en la cartelera igual que las películas de El Rol Flin, o como las revistas pacatas, de pecar poquito, que venían al San Fernando. Te cogías la cartelera en cuanto llegaba mayo y aquello era un catálogo de frigorización: en el Coliseo te anunciaban a todo trapo el Sistema Carrier; en el Palacio Central, el Sistema Baviera… Luego el aire acondicionado era, en el mejor de los casos, media docena de ventiladores buenecitos, como ocurría en el San Femando, aquellos ventiladores de vaivén que los ibas siguiendo, a ver cuándo te tocaba el turno del refresquito, el destello de aire de aquel faro de la breve noche del cinematógrafo. Y el aire acondicionado era, sobre todo, cuestión de pingüinos. Dentro te podías asar de calor por el sistema Baviera o por el sistema Carrier, pero, eso sí: la cartelera te la ponían llena de pingüinos, de témpanos, de icebergs y de igloos. Todos íbamos de esquimales por el cine matrimonial del sábado de verano, superada la prehistoria de la nevería y de las butacas de mimbre del Prado de San Sebastián.

 

Pero el aire acondicionado es ahora más que nada la manera más rápida de coger un resfriado, en junio y no soltarlo hasta octubre y empalmarlo ya con la gripe; ahora el aire acondicionado es un símbolo del status social, que le dicen:

 

—Sí, mi hija se casa muy bien. Lleva un piso en República Argentina, con plaza de garaje, muebles de Loscertales y aire acondicionado...

 

—Central, claro...

 

—Sí, hija, claro: central. El aire acondicionado de ventana es ya una ordinariez, hija...

 

Será una ordinariez, pero en cuestión de resfriados igual te los coges con los de ventana que con los otros. Llegas a una casa, y de entrada, en la gloria:

 

—Qué fresquito...

 

Y los otros, con la elegancia social del aire acondicionado, como quitándole importancia a la cosa:

 

—Sí, es que tenemos aire acondicionado...

Te pones en la charla de visita, te tomas el café y las pastas, y a los diez minutos ya te has pegado los dos estornudos sobre la plata y la porcelana de La Cartuja:

 

— ¿Quieres que pongamos más bajo el aire acondicionado?

 

   Muy amable, muchas gracias. Es que estos aparataos...

 

Y te lo ponen más bajo. Pero aquello sigue estando con más pingüinos imaginarios que la cartelera del Cine Imperial en el mes de agosto. Estornudo va y moqueo viene, acabas la visita con el muermo encima, para llegar a tu casa y meterte en la cama. Y encima tienes que aguantarles:

 

—Pues nada, cuando quieras estar fresquito este verano, ya sabes.

 

  

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