“Mi padre me decía que me comportara siempre de forma «que mi nombre no tuviera que aparecer en los periódicos» "

Vengo comprobando una cosa: que al personal le encanta salir en el recuadro, entre estas cuatro esquinas de San José. O que por lo menos salgan otros. Como ya no tenemos tiempo de ir al casino para despellejar a fulanito conforme pasa por la calle Sierpes y lo vemos detrás de los cristales, nos resulta muy agradable verlo pasar por el «Sevilla al día». Así podemos despellejar al personal cómodamente en nuestro domicilio, como dicen los anuncios.

Si por algo me tomo trabajo es por sacar cada día en este invento del tebeo a la Sevilla real, con sus balosas y balosillas, sus barandas y sus cogecosas, sus quitapelusas y sus chiquichancas, sus pobres y sus ricos. Intento cada día que lo que es normal en la calle lo sea también en el periódico. Porque antes, en la otra cosa, nada más que salían en el periódico las autoridades y demás personalidades, que les decían. Cuando la oprobiosa estaba uno haciendo un día una información de algo de aquello, un pantano o así, y se me acercó muy ceremonioso don Tornas Martín Barbadillo, vizconde de Casa González y ex pasajero del Zepelín:

—Oye, niño —me dijo, porque a los chicos de la Prensa en Sevilla nos decían «niños», como a los camareros de barra—... Oye, niño, no vayas a poner eso de «asistieron las autoridades y demás personalidades, porque aquí todas son autoridades. La única personalidad soy yo...

Ahora lo que pasa es que hay menos autoridades y muchas más personalidades. Que hay cantera, vamos, aparte de que uno trata de fomentarla, para mandar a Peñafiel a los albañiles en el caso de que le dé por venirse a trabajar a Sevilla. Y como la gente ve que salen casi todos, espera salir un día. He de decir públicamente a los que leen que los que salen, salgan como salgan, lo encajan con mucho humor.

Vamos ganando en sentido del humor. Incluso al personal le va la marcha turca del humor.

—Oye, y Carmen Llopart cuando la sacas, ¿no se mosquea?

—Pues, no, si le encanta...

—Oye, y Balosa, ¿no se enfada contigo?

—¡Qué va! Si hemos quedado en que un día de estos nos vemos y nos tomamos unas etcéteras y todo...

Porque creo que entre todos, entre los que salen y los que leen, con este sentido del humor y esta cosa británica que afortunadamente está llegando a la orillita del río, estamos consiguiendo que salir en los periódicos no sea algo deshonroso. Antes, por ejemplo, los ricos no salían en los periódicos más que como J. G. R., cuando un señorito borracho había cogido con el coche de madrugada a un regador y lo había matado. Yo a los ricos, en cambio, los saco francamente favorecidos. Y a los pobres, lo mismo, que a lo mejor no digo que el televisón coló todavía no se lo han pagado a Ruano, el de la calle Pagés del Corro, que lo tienen a dita.

Por eso creo que todos nos divertimos tanto con estas cuatro esquinas, porque he de reconocerles que yo me lo paso en grande. Para que el que lea se lo pase bien, el que escribe no se lo ha de pasar peor, que eso me lo dijo un día Salvador Paniker comiendo pescáo frito en el Bar Colón. Y hay hasta una teoría de salir en los papeles, que me la ha escrito Manuel González Salas, el de Publicidad Inca: «Durante mi infancia, mi padre, a la sazón suboficial retirado de aquella Guardia Civil de mostacho reglamentario, me decía que me comportara siempre en la vida de forma «que mi nombre no tuviera que aparecer en los periódicos». Y mire por donde usted se ha encargado de demostrarme tan afectuosamente que mi padre no tenía precisamente la razón»...

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