ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  7 de septiembre  de 2020
                               
 

Protocolo de Bullas

Hasta ahora, se entendía por protocolo el "conjunto de reglas establecidas por norma o por costumbre para ceremonias y actos oficiales o solemnes", que es la tercera acepción de la palabra en el DRAE y que nos llenó los organismos oficiales de señores encargados de hacerlas cumplir. No había organismo de los gobiernos nacional, regional, provincial o local que no tuviera su Jefe de Protocolo, cuya labor consistía fundamentalmente en luchar contra otros colegas de otros organismos, para sentar a su jefe en los actos oficiales en un sitio de mucha mayor relevancia que el que correspondía a la mierda de cargo que tenía. Hasta las grandes empresas tenían su jefe de Protocolo, aunque ahora se les llama más bien "de relaciones institucionales". Porque de la palabra "protocolo" se adueñó la Medicina, donde todo galeno actuaba no según su ojo clínico, sino como decía el protocolo, que en la cuarta acepción de la voz en el DRAE es la "secuencia detallada de un proceso de actuación científica, técnica, médica, etc." Es decir, que el protocolo le dice ahora a los médicos hasta cómo tienen que curar un resfriado o un dedo malo. Y, ay, de ti si tienes más de ochenta años, porque el protocolo dice muchas veces en esos casos que no te echen mucha cuenta ni se gasten mucho dinero hospitalario en ti, total, para la edad que tienes, en vísperas de la marcha al patio de las malvas...

Estamos en la dictadura del protocolo, pero no en la antigua, de saludarse o vestir protocolariamente, o de "saltarse el protocolo", como cuando los Reyes se acercan al público para darles la mano y dejar que les hagan "selfies". Desde que llegó el bicho malo del Covid, en España manda el protocolo. Que ya no es sólo médico, sino social. El protocolo dice cómo tienen los niños que volver a la escuela, y cómo hay que esperar en la farmacia, y cuándo y cómo te tienes que lavar las manos, y cómo han de ponerse los parroquianos en las barras de los bares o cómo distribuir las mesas en el interior de un restaurante. Y si en las bodas puede haber baile o no, y hasta cuántos invitados pueden asistir, y que al final de la cena no puede haber barra libre ni antes esa pesadísima copa de aperitivo y bandejas de canapés, larguísima, inaguantable, a veces hasta de dos horas, donde las señoras pasan tormentos chinos con los tacones altos.

Para no ser menos, en Sevilla ha inventado el Ayuntamiento algo muy de nuestra tierra: el "protocolo de bullas". Lo anuncian para las Pascias, cuando pongan las luces navideñas y las grandes novedades luminosas en el centro, especialmente en la Plaza de San Francisco, y los cacharritos para los niños en La Encarnación, que tampoco sé si los autorizará el Protocolo Anticovid. Ya sabemos que con casi toda seguridad no tendremos Heraldo del Rey, ni Cabalgata de Reyes Magos del Ateneo y por voz del presidente del Consejo nos vamos haciendo a la idea de que este año tampoco habrá cofradías en la calle. Ni Feria. Es decir, que las luces de Navidad van a ser la única oportunidad que va a tener el sevillano para algo tan nuestro como una bulla, en una loable intención municipal de devolver la vida al centro, donde poco a poco van abriendo los bares y los restaurantes y las tiendas y se va recuperando la vida. Sevilla para los sevillanos, aunque no haya turistas. ¿Cómo será el "protocolo de bullas"? Dicen que unas medidas para impedir las aglomeraciones y que la gente, con mascarilla por supuesto, guarde el metro y medio de separación. ¿No hay hasta un protocolo para las colas de las cajas del Mercadona o de Zara? Pues así quieren hacerlo, con itinerarios peatonales de dirección única que recorran todas las luces, ante las que solemos decir:

--Esto está pressssioso este año...

Lástima que el "protocolo de bullas" se tenga que quedar en las luces de Navidad y no lo haya en Semana Santa. Todo sea por la salud y por la recuperación del centro, ex Parque Temático. Después de todo, mejor la palabra "protocolo" que el término "hoja de ruta". Que tiene una rima que suena fatal.

 

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