ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  8 de septiembre  de 2020
                               
 

Arzobispo sevillano

Solía citar don Santiago Montoto los versos de un clásico referidos a Sevilla: "Fuiste madre para otros/y madrastra para mí". Me he acordado de la frase al saber, con alegría, que el próximo día 23 Sevilla entregará el título de Hijo Adoptivo al arzobispo don Juan José Asenjo. Un título que don Juan José se ha ganado a pulso, queriendo y sirviendo a una ciudad que lo recibió de uñas, nunca se sabrá por qué ni movido por que malandrines. Antes que madre adoptante, como será ahora con todo merecimiento su Hijo Adoptivo, Sevilla fue para don Juan José Asenjo a su llegada no sólo madrastra, sino la Madrastra de Blancanieves. Nada más llegar sufrió en sus carnes el timo de la estampita que le tendieron, del que pronto muchos se hicieron lenguas, sin conocerlo, hasta el punto de que hubo orador de ansiado atril que lo citó con desprecio y sorna. Me consta que en aquellos primeros momentos, don Juan José, en la soledad de oración de Palacio, lo pasó muy mal. Tanto, que se dice que a punto estuvo de escribir a Roma una carta de renuncia a la sede de San Isidoro, ¡cómo se portarían con él!

Pero igual que de la frase de Montoto me ha acordado de la de Camilo José Cela, que por cierto puso como lema en sus armas nobiliarias cuando Don Juan Carlos lo creó Marqués de Iria Flavia: "El que resiste, gana". Don Juan José resistió tanta mala baba, tanta puñalada por la espalda, tanta animadversión de una Sevilla, especialmente ciertos sectores cofradieron, que se sin estar muy integrados en la Iglesia se sienten más Iglesia que el mismísimo Papa de Roma, y no les gustó, nunca sabremos por qué, enviaran de arzobispo a una persona tan humilde, trabajadora y, ¿por no decirlo?, santa como Asenjo Peregrina, a quien le gasté a portagayola la cariñosa broma de decirle que tenía nombre de árbitro de fútbol de Segunda B.

La Santa Sede sabía a quién mandaba y por qué lo mandaba. Hay una parte digamos interior y organizativa de la obra de don Juan José que la gente no conoce ni por tanto valora. Que fue acabar y poner orden en la viña sin vallado en que habían acabado muchos aspectos de la Viña Sevillana del Señor, empezando por el Seminario, que no era precisamente ejemplo de nada y que no sólo metió en cintura, sino que lo ha dejado como base de la Facultad de Teología que ha creado. Por no hablar de su conocimiento, de larga experiencia en anteriores cargos, del patrimonio histórico-artístico de la Iglesia, que supo mantener y restaurar, fundamentalmente con los fondos de los beneficios de las visitas turísticas a la Catedral, la gran fuente de financiación de muchas de sus obras en Cáritas, en los olvidados conventos que se estaban hundiendo y quedando sin monjas por falta de vocaciones, en Santa Catalina, en San Clamente. Como también impulsó las vocaciones sacerdotales y alzó a puestos fundamentales de la Iglesia a jóvenes curas llenos de ilusión, de fe, de entrega, en la que llamé "su cuadrilla del arte" de la que se supo rodear frente a tanto viejo colmillo retorcido de la Curia.

No creo que don Juan José le entreguen el título de Hijo Predilecto como a quien le toca en una tómbola. Se lo ha ganado, y a pulso, durante sus once años de pontificado hispalense, y le ha costado, aparte de muchos disgustos, sinsabores y decepciones, casi la salud, aquejado de muchos males que la gente no conoce; los que lo acogieron de uñas y, sin saber por qué, siguen criticando que no asista a tal función catedralicia o a cuál culto tradicional, cuando es por razones de salud. El 15 de octubre, al cumplir 70 años, este castellano de Sigüenza que ha gozado y sufrido a Sevilla y se ha entregado a ella, presentará la preceptiva renuncia ante el Papa. Ojalá el cuarto árbitro, ya que hablamos de Asenjo Peregrina, saque el cartelón con la prórroga por unos años más de su pontificado, para bien de Sevilla y de su Iglesia, de la restauración de sus templos, de la labor de Caritas, de la formación de los hermanos de las cofradías y de tantas calladas obras de las que ni nos hemos enterado por su humildad. Santa humildad diría yo, que gracias al Dios de su oratorio privado de Palacio donde se pasa las horas rezando, ha conseguido que Sevilla sea para él la madre adoptante en vez de aquella madrastra de Blancanieves que lo recibió con tanta mala baba como poca caridad.

 

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