ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  24 de septiembre  de 2020
                               
 

La tiza vuelve a Morales

Vi que muchas cosas empezaban a cambiar en Sevilla, más de la cuenta quizá, la mañana en que tras tomarme en Casa Morales, con las copas, un montadito de chorizo picante, insuperable y monumental, y unas clásicas y cuaresmales espinacas con garbanzos, el camarero no anotaba con tiza sobre el histórico mostrador lo que íbamos consumiendo, sino que al pedir la cuenta me dio, como en cualquier otro establecimiento, el impersonal recibo de impresora de un ordenador. Que hubiera desaparecido la tiza de la cuenta en el mostrador de Morales era una pérdida que quizá sólo añorábamos cuatro sentimentales defensores de nuestras tradiciones. En Sevilla no había bar o taberna sin tiza como ábaco infalibre de lo que te ibas tomando. Tiza sobre un mostrador quizá aguado por la limpieza de la anterior consumición; tiza que con la mano el camarero borraba inmediatamente cuando le dabas el billete para que se cobrara. Igual que aprendimos mucho con la tiza del profesor en el colegio, no menos con la tiza de la cuenta de los bares como calculadora perfecta sobre la madera del mostrador. La tiza de la cuenta de los bares nos enseñó el valor de la amistad con una copa por delante, de la conversación, del arte de rendir culto devoto a las tapas más sevillanas.

Por eso me ha alegrado no sólo que mi admirada Reyes Morales (que se merecía un premio por la conservación de la taberna de sus mayores, que está como hace 170 años, siempre en manos de la misma familia) haya vuelto a abrir, tras la crujía del Estado de Alarma y la crisis hostelera y turística, ese simbólico Templo del Moyate de la calle de la Mosca esquina a la calle de la Mar, sino que, además, en vez de tanto metacrilato, y tanta cinta marcando los dos metros, y tanta pegatina grande pegada al suelo señalando unos pies que te guían por dónde debes ir, haya recurrido a la vieja tiza para cumplir con las normas de sanidad que todos hemos de seguir para evitar los contagios del jodido bicharraco de la epidemia. Reyes Morales, un encanto de señora, la primera devota de su propio templo patriarcal y metropolitano del tinto del Valdepeñas, abadesa del monasterio de la "pringá", ha hecho el mejor y, para algunos como servidor, rancio entre los rancios, el mejor elogio de la tiza: "Aquí la protagonista es la tiza, y con ella es con la que se pide al respetable que se mantengan las distancias". Óle.

Así deben ponerse las recomendaciones de Sanidad. Espero que el gel hidroalcohólico que recibe a todo el que llega huela a garrafa de Anís Martes Santo de Higuera de la Sierra a granel, como la copita que todas las noches se tomaba mi padre tras apagar los escaparates de las tiendas y yo lo acompañaba a aquel verdadero centro cultural, que había estado en la misma calle que el diario "El Liberal" y donde podías encontrarte con El Pollo Posturas, con el cochero de los Guardiola, con el pintor Andrés Martínez de León o con Serrano I, con Serrano el viejo, el fundador de la saga de fotógrafos de ABC. Así tiene que estar la historia de los 170 años de Casa Morales: "Escrito con tiza", como el título que Curro Orgambides y José María Otero Lacave le pusieron al libro de las "Memorias de Pepe Manteca", que es como Casa Morales en historia y en arte, pero en el gaditano y viñero Corralón de los Carros. No estaría de más que igual que se proclaman ciudades hermanas, un día viéramos el hermanamiento de Casa Morales de Sevilla y Casa Manteca de Cádiz, y de sus vajillas de papel de estraza para las tapas, que, vamos, ni de porcelana de Limoges: mucho más valiosas. Las normas de Sanidad le han puesto a Casa Morales, como la institución verdaderamente seria y sevillana que es, un "numerus clausus" de clientes: 60 elegidos. Unos privilegiados. Como las parejas nombradas en el Gran Poder. Yo tomo ahora una vieja tiza de la oreja de un tabernero montañés y escribo con ella no sólo mi alegría por la reapertura de Casa Morales y sus paredes con dibujos de Martínez de León y algún enmarcado artículo de un tal Burgos, sino por esta proclamación de la grandeza de la tiza frente a las pantallas táctiles de los ordenadores malajes que no parecen de Sevilla ni parecen de nada. Apúntate un 10, Reyes Morales. Con tiza, naturalmente.

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