ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  1 de octubre  de 2020
                               
 

El Señor, en San Lorenzo

Hoy hace cuatrocientos años que Juan de Mesa, "el hombre que esculpió a Dios", como tan acertadamente dijera Fernando Carrasco, entregó a la Hermandad del Gran Poder la imagen de Jesús Nazareno que acababa de tallar. Pero entonces, en 1620, era solamente una escultura de Cristo con la Cruz al hombro lo que Juan de Mesa había entregado a la hermandad. A partir de entonces, empezó a tallar las verdades de Dios en la escultura el pueblo de Sevilla, con su gubia de oraciones y promesas, de súplicas y de devociones. Entonces es cuando realmente comenzó a tallarse el Gran Poder tal como lo entendemos, conocemos y veneramos hoy: el Dios que es vecino del barrio de San Lorenzo, ante Quien todos los días del año son Viernes. Juan de Mesa esculpió el Gran Poder pero lo talló Sevilla, que vio en su cara ennegrecida, en su corona de espinas de la sierpe, el verdadero rostro de Dios. Mucho antes que Fray Diego de Cádiz fuese al Gran Poder lo que Muñoz y Pabón a la Virgen del Rocío, Sevilla le puso a Dios la cara del Gran Poder. Su Poder y su Imperio se impusieron a partir de entonces como el Señor de Sevilla, rompiendo todos los diques de devoción popular conocidos hasta entonces. Fue el Gran Poder de las estampas en las mesillas de noche, de los cuadros en las cabeceras de las camas, de las fotografías en las paredes de las tabernas de serrín y mosto, de las medallas que se regalaban a los recién nacidos, de las cerámicas en los retablos callejeros con su tejaroz y sus faroles, de los azulejos en las paredes de los balcones de geranios. El Gran Poder bordado en los capotes de paseo de los novilleros debutantes, el del viejo cordón morado de las medallas de la hermandad en la fiel visita al Señor cada viernes del año.

Hoy no sólo la hermandad, sino la ciudad entera, celebran este feliz número redondo de los años que lleva pidiéndole mercedes al Gran Poder, acudiendo a rezarle, que parece que escucha a quien le habla, de humano que es este Dios de San Lorenzo. De donde nunca se fue, como sus vecinos Gustavo Adolfo Bécquer o Rafael Montesinos. Solamente se mudó de casa en la misma plaza en 1965, desde de la parroquia del azulejo del Cardenal Spínola y los romanos marmolillos, de las dos de la madrugada sonando siempre en la hora en su reloj, de los pájaros cantando la grandeza de Dios en los árboles de la plaza, a la basílica construida gracias a los desvelos del Vizconde por los arquitectos Antonio Delgado Roig y Alberto Balbontín de Orta. Aunque ya fuera de la parroquia, el Gran Poder seguía siendo el Señor de San Lorenzo. Tras la procesión del 27 de mayo de 1965, asentó para siempre el Poder y el Imperio de sus manos en la basílica, con tanta Roma clásica dentro.

Hoy, para la solemne misa conmemorativa de los 400 años en que la fe y la devoción de Sevilla empezaron a labrar la imagen del Gran Poder, el Señor volverá a la parroquia de San Lorenzo. Por breves horas, que sonaran como antiguas. Hoy podremos ver al Gran Poder en la puerta de la parroquia de San Lorenzo, como en las viejas fotografías de las entradas de la cofradía tras su estación de penitencia en la Madrugada, pisando la dudosa luz del Viernes Grande de la conmemoración de su Pasión. Yo hoy, cuando vea al Gran Poder en sus andas ante la puerta de la parroquia de San Lorenzo, como si viniera de completar una antigua estación de penitencia en la Madrugada con vuelta por la calle Francos, creeré que han vuelto a la vida los devotos cuyos nombres van escritos en la túnica nueva. Aquellas fotografías ya amarillecidas por el tiempo o por el sepìa de los recuerdos, en que el Señor regresa a su parroquia ante una plaza llena de sombreros de ala ancha y de gorras, donde miras el viejo retrato en un libro y hasta oyes las saetas que en los años 20, en los años 30, en los duros 40, le estaban cantando en aquellas entradas del amanecer, sobre un horizonte de vencejos con cuyos picos la devoción de Sevilla le había quitado a su corona las espinas de Varón de Dolores. Cuatrocientos años de Gran Poder en San Lorenzo. Cuatrocientos años de Dios entre nosotros.

 

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