ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  29 de noviembre  de 2020
                               
 

Fuera cuñados

Como si fuera el soldado Ryan, todos estamos intentando salvar la Navidad. Que quien la salvó ya, hace más de dos mil años, fue el Niño Dios que nació en Belén precisamente para eso: para salvarnos. En lo de salvar la Navidad, como en las faenas polémicas del toreo, hay división de opiniones. Unos entienden por salvar la Navidad revitalizar la hostelería y el comercio, que las calles vuelvan a tener animación de compras de regalos, que se reabran los cierres echados por las normas contra los contagios. Y otros se refieren a las reuniones familiares de Nochebuena y Nochevieja, del pavo que hace mamá, del turrón de los que, como en su anuncio, vuelven a casa por estas fechas...después de haber pasado los controles del PCR en los aeropuertos.

Tengo hecho un lío, como quizá usted, con la parte familiar y de cena de la Navidad y Nochevieja. Como estamos en esa suprema contradicción que es la "cogobernanza" de las autonomías, cada una por su lado ante un Gobierno que ha tirado la toalla en la autoridad máxima y que sólo le interesa el Estado de Alarma para perpetuarse en el poder con la ayuda de todos los quieren destruir a España (e islas adyacentes), yo no sé ya qué me tocará en mi región para la Navidad en familia. Sí, como suele el Gordo de Navidad, "está muy repartido" el modo de entender las normas para estas reuniones familiares. Hay quien retrasa el toque de queda hasta la 1 de la madrugada y quien lo pone a la 1,30. Quien pone el número máximo de personas que se admiten en una mesa familiar en sólo seis (6 personas, 6, como en los carteles de toros), y otros que amplían el cupo hasta los diez. Quien cuenta a los niños y quien no los cuenta: "los niños van a la cena casi gratis", como en aquel anuncio de las vacaciones del Cortinglés.

Tengo la solución definitiva para el número de personas que puedan asistir a las cenas familiares de Nochebuena: prohibir a los cuñados. ¡Cuñados fuera! Si quitamos a los cuñados, habrá no sólo más espacio en la mesa, sino menos posibilidad de convertir la cena de Navidad en una malajada de discusiones, cual suele con los hermanos políticos que siempre sacan un tema desagradable. El metepatas de una cena familiar que se precie suele ser el cuñado. Por eso la solución sería no sólo dejarlo fuera del cómputo del número de asistentes, sino prohibirle su asistencia. ¿No confinan a los que han dado positivo en un test? Pues apartemos a los cuñados, y tendremos la cena de Nochebuena en paz y en gracia de gloria a Dios en las alturas. Incluso podríamos hacer cenas exclusivamente de cuñados, sin "numerus clausus", para que, piripis, hagan allí todas las tonterías que quieran cantando rancheras y saquen a la conversación los temas más polémicos que a veces acabar suelen con broncas en la familia. Una cena de Navidad sin cuñados sería una maravilla. Es lo que propongo, como decía el personaje de Jesús Quintero: "Cuñaaaaaaaao".

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