ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  4 de diciembre  de 2020
                               
 

Obituarios de cierres comerciales

Salud aparte, contagiados aparte, hospitalizados, camas de UCI, fallecidos, en el Parte de Guerra diario que tenemos que tragarnos sobre la pandemia para que no nos llegue la camisa al cuerpo, deberían dar cifras económicas que demostraran la gravedad de "la que está cayendo", como se dice en Tertulianés. Deberían dar el número de tiendas que han tenido que echar el cierre porque no vendían una escoba por los confinamientos perimetrales; de restaurantes que ya no abrirán más; de bares que han echado definitivamente la persiana porque no sacaban ni para gastos... ¿Qué sé yo?: de tiendas de moda femenina, de trajes de flamenca, de toda clase de negocios que están pasando a la historia, así como de trabajadores que han entrado o salido de un ERTE. Me aseguran, aunque no he ido a comprobarlo, que solamente en la calle Cuna han cerrado veintidós tiendas, de toda clase de negocios. En algunas otras calles deben de ser más todavía, como lo que ya se da como triste ejemplo de San Eloy.

Y como todo en esta dual Sevilla tiene otra cara de la moneda que, como el doblón de oro que el alcalde entrega a los seises tras su primer baile antes de la procesión del Corpus, en las hispalenses gacetas ha surgido un nuevo género periodístico: el obituario de los establecimientos que han tenido que cerrar. Lástima que con lo que me gusta un gorigori con todos sus avíos no se me haya ocurrido este género. Que vi claramente en la información que venía en ABC sobre el cierre de Muebles Orfila, o la que antes de la pandemia se publicó cuando echaron la persiana al restaurante La Isla y a aquella vitrina-congelador donde siempre había un grandísimo pescado como queriéndote comer con su bocaza abierta.

Muebles Orfila me hace pensar en los días grandes de esa calle, cuando estaba allí La Previsión Española. En la calle Orfila había dos grandes comerciantes hechos a sí mismos que dominaban el entorno. Don Manuel García Gómez "Garcigó" con sus tiendas de maletas, bolsos, carteras, billeteros y marroquinería y don Víctor Rojo, que era el que aprovechando la moda de los hornillos del petróleo que empezaron a vender en las carbonerías, creó "La Casa de la Cocinas". Que sus herederos, al acabar la moda del petróleo y ser sustituido por el gas butano, transformaron en la tienda de muebles que ahora cierra por algo muy común en el gremio del comercio: por no tener el propietario fallecido herederos que se quieran encargar de continuar con el negocio.

Igual que hay quien empieza a leer ABC por detrás, por las esquelas, para ver qué pésame tienen que dar, pronto habrá que establecer unas páginas, querido director Álvaro Ybarra, en las que pongamos, ay, todos estos obituarios de cierres comerciales de la ruina que tenemos en todo lo alto y que llega por lo menos hasta el pandero del Giraldillo al que llaman Santa Juana.

 

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