ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  31 de enero  de 2021
                               
 

Castigo a los irresponsables

Ya dije que cada vez estamos más cercados. Cada vez vamos conociendo más nombres propios de familias, conocidos y amigos en las que hasta ahora eran frías e innominadas estadísticas de cada día y ahora son historias bien cercanas:

-- Pues fíjate, María Luisa, tú conoces a María Luisa, reunió en Navidad en su casa a cenar a todos sus hijos y nietos, y de treinta y ocho que son, veintitantos se han contagiado y uno de ellos, Manuel, está malísimo en el hospital.

Como la muerte en los cuadros que Valdés Leal pintó en el Hospital de la Caridad para don Miguel Mañara, el Covid-19 nos iguala a todos. Pero a unos más que a otros. Sobre todo a los irresponsables en sus mil variantes de saltarse a la torera las normas de mínima precaución y exponerse a contagiar a todo el que se acerca, porque no guarda las distancias de seguridad ni las recomendaciones mínimas de las autoridades sanitarias, ni las normas de cada Consejería de Salud, y creen que la mascarilla está para ponérsela en el codo en una terraza.

La insensata familia que he descrito, de las que usted conocerá decenas del pasado "salvar la Navidad", es sólo un ejemplo de irresponsabilidad. Pero hay muchas otras formas. Una de ellas aparece en todos los telediarios: los niñatos irresponsables de los botellones y las fiestas clandestinas y prohibidas. Sí, avisan los vecinos, llega la Policía, los dispersan, detienen quizá a unos cuantos, les levantan atestado para sanción. ¿Y qué ocurre? Pues, como suelo decir, No Passssa Nada. Todo lo más están unas horas en un calabozo y salen con la multa puesta. Pero como se declaran insolventes, no pagan nada y a los dos días vuelven a las andadas. No, la culpable de esta más que alarmante situación no es la cepa británica, ni la sudafricana, ni la brasileña. La principal cepa origen de esta desbordada situación es la de los irresponsables, es la que está produciendo más muertes, como la del bueno de don Juan del Río, el arzobispo castrense, que he sentido mucho, porque como entonces obispo de Jerez pronunció la más hermosa y lírica oración fúnebre a Rocío Jurado en su funeral en Chipiona. Aún recuerdo aquewlla homilía y se la he recordado cada vez que tuve la dicha de encontrarme con este gran servidor de la Iglesia y de las Fuerzas Armadas.

Que yo sepa, a ningún irresponsable de los botellones los han metido en la cárcel por un delito contra la salud pública, que es lo que cometen. Y ya quisiera yo que los cogiera el juez Calatayud y les aplicara una de sus singulares sentencias ejemplares. ¿Saben qué les hacía? Pues los llevaba obligatoriamente de limpiadoras al menos tres días a las salas de Covid-19 de los hospitales o a sus UCI. Con su traje de buzo, para que vieran de cerca lo que es que se acerque la muerte en soledad a pesar de un respirador artificial; para que estén allí limpiando cuñas y bacinas de los enfermos; para que conozcan la angustia desbordada del admirable personal sanitario. A ver si así se daban cuenta de las consecuencias de sus insensatos delitos contra la salud pública.

 

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