ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  8 de febrero  de 2021
                               
 

La Sevilla de Vicente Lleó

Un solo libro, "Sevilla, Nueva Roma", hubiera bastado a Vicente Lleó para considerarlo como autor imprescindible entre los libros clásicos sobre nuestra ciudad. Lo más sorprendente es que se trata de un libro de juventud (concretamente su tesis doctoral), pero insuperable en su madurez. Vicente Lleó publica en la Diputación ese ya clásico «Nueva Roma: Mitología y humanismo en el Renacimiento sevillano» cuando tiene 32 años. Sólo con esa obra lo hubiéramos tenido por el apolíneo clásico que ahora consideramos. Aprendí con ese libro lo que muchos sevillanos: que en la historiografía había un oscuro periodo en la Historia de Sevilla: el Renacimiento, fundamental para el ser de la ciudad, para su imagen, sus artes, su apertura al mundo, nos quedaba como un bocadillo entre la anbundante literatura sobre la Sevilla medieval fernandina y alfonsí y la muy frondosa sobre la capital de los Siglos de Oro, del descubrimiento y conquista de América. A Sevilla nos la presentaban o como oscuramente medieval o como barrocamente triunfal. A unos y a otros se les había ido viva una ciudad que fue raíz de la de nuestros días, y sin la que los posteriores esplendores barrocos no hubieran sido posibles. Aprendí todo esto en aquel libro encuadernado en tela negra que para mí, y supongo que para muchos sevillanos, fue un triple descubrimiento: la llegada del Renacimiento a Sevilla, la influencia de ese periodo en su Historia y los saberes de Vicente Lleó.

Pero es que, además, Lleó podría haber pasado también a esa imprescindible y corta nómina de clásicos hispalenses con muchas de sus otras obras y revalorizaciones históricas, que supo divulgar como nadie. Sus tres libros, tres, sobre el Corpus nos descubrieron a muchos que la eucarística fue la verdadera Fiesta Grande de la primavera de Sevilla, antes de los tópicos de la Feria: impulso de las artes, espejo de la ciudad misma. Porque nada de Sevilla le era ajeno a Lleó, de la Corte de los Montpensier al Alcázar, pasando por la Casa de Pilatos que nos puso en valor como nadie, aparte de su condición de patrono de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli.

Y si eso es de sus libros y de lo que Vicente nos enseñó en ellos, ¿qué decimos de su persona? Había que pensar en la frase de Unamuno, "los sevillanos, finos y fríos" cuando se hablaba con Vicente. Tuve el honor y la dicha de sentarme a su vera muchos años en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y supe de cerca sobre la elegancia interior y exterior de aquel sevillano exquisito, atildado, refinado. Apolíneo. Tan medidamente renacentista en la ciudad de los excesos barrocos. Se le notaba que había sido ayudante de John Elliot en la Universidad de Princeton. En aquellas inolvidables tardes de Academia, en las que tanto aprendí de su prudencia, de su humor y de su británico amor por los perros ("los perroquianos" paseándolos por los Jardines de Murillo), me parecía un "visiting professor" de una Universidad americana de la Ivy League de la Costa Este que hubiera venido a Sevilla a descubrirnos el Renacimiento. Sit tibi terra levis.

 

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