ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  18 de febrero  de 2021
                               
 

Orgullo de Lora

Alguien dijo que Sevilla, con respecto a su provincia, era como Saturno, que devoraba a sus hijos. Depende a qué hijos y depende quién ejerce de Saturno. Porque vengo observando que el sevillano de la provincia, aunque viva en la capital o se haya ido a los madriles, suele tener a orgullo y honra su patria chica, y no reniega de su cuna, y cuando habla de ella la engrandece y pinta con los colores de la nostalgia y la melancolía. Se me vienen ahora a la cabeza cientos de sevillanos de pueblo que proclaman el orgullo de serlo, sin que traten de ocultar su origen. Me acuerdo ahora, por ejemplo, de nuestro Manuel Ramírez Fernández de Córdoba, que no sólo mostraba su serrano honor de ser de Constantina, sino que era como una embajada en Sevilla de su pueblo. Mi vecino de página, el dilecto Ignacio Camacho, nunca renegó de su Marchena. Espartaco ha llevado el nombre de su Espartinas por todo el planeta de los toros.

La gente de Carmona es también especialmente agradecida con la constancia de su origen. El novelista José María Requena nunca negó su origen en la Estrella de Vandalia y lo proclamó en sus libros, ahora injustamente olvidados. De Carmona, y a mucha honra, es el historiador y académico de Buena Letras don Manuel González Jiménez, que ha volcado gran parte de sus saberes medievales en su pueblo. Cuando el otro día nombraron académico de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría a José María Cabeza Méndez, antiguo gran director del Alcázar, tuvo un detalle mucho más noble: recordar que era hijo adoptivo de Carmona, donde nació su padre, aquel Gregorio Cabeza que no olvidarán muchos sevillanos afectados por la riada del Tamarguillo de 1961, pues a 125.000 familias sin hogar a causa de aquella inundación les dio un piso oficial de los que promovió el gobernador Utrera Molina.

Viene todo esto al caso porque igual que los carmonenses tienen a gloria su patria chica, los loreños no les andan a la zaga. El Niño de la Huerta se hizo famoso en España entera cantando "La romería loreña". Don José Montoto y González de la Hoyuela no le anduvo lejos, porque en sus "Pajaritas" de "El Correo de Andalucía" que dirigió, raro era el día que no nombraba a Lora, o a su Virgen de Setefilla, o a la tradición "del viejo" para pedir una especial rogativa a la Patrona. Y acabo de comprobar esta constante loreña en el libro de mi compañero de Academia de Buenas Letras don Rogelio Reyes Cano, catedrático de Literatura y ameno articulista de ABC, que ha presentado como un tesoro, que lo es, su libro de los recuerdos del pueblo, como un breviario de devociones por las nostalgias de las antiguas formas de vida en el pueblo.

Las de Rogelio Reyes son las nostálgicas memorias de un niño de pueblo y las relaciono con "Los años irreparables" de Rafael Montesinos (ahora maravillosamente reeditados por Rafael Roblas Caride con otros textos autobiográficos), cuando ha dicho: «Evoco mi infancia y primera juventud en Lora como una especie de paraíso perdido». Perdido y hallado entre el orgullo de ser loreño y las más hermosas prosas evocadoras.

 

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