ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 19 de mrrzo  de 2021
                               
 

El Pregón sin Pregón

A veces es mejor el "que inventen ellos", porque ¡hay que ver las cosas que nos estamos inventando nosotros para quitarnos el "mono" de Semana Santa sin cofradías en la calle por segundo año consecutivo, y ojalá sea el último! Un querido y cercano compañero me dice lo que muchos piensan sobre la que estamos o están liando: "Ya no puedo aguantar más. Si no te lo digo, reviento. La Semana Santa no es un teatro con un escenario aquí y otro allí y otro allá. Seguro que tú me entiendes." Lo entiendo yo, lo entiendes tú y lo entiende el que desayuna con su Catunambú. Hemos convertido en una enorme confusión la Semana Santa, con pasos puestos y pasos sin poner, con exposición de figuras bíblicas de los pasos de misterio sentadas en ridículos sillones blancos de Ikea. Si por lo menos fuera una silla de enea de Quidiello... Hemos convertido la Semana Santa en un laberinto de exposiciones, proyecciones de películas históricas, valorización de piezas maestras de artesanía cofradiera, como una feria de muestras de arte sacro. En la tierra de la exitosa "sin" de la Cruzcampo ya vamos por la Semana Santa "sin": sin recuerdo apenas que lo que conmemoramos no son estas exposiciones, sino la Pasión y Muerte del Salvador.

Pero lo que más me ha sorprendido ha sido esto del Pregón sin Pregón que han inventado. Para que el Domingo de Pregón, que es este que viene ya, no nos quedemos sin la habitual pieza oratoria del Teatro de la Maestranza. Como habrán leído, es como una antología del pregón leída por sus propios autores. Por seis antiguos pregoneros, seis, que es un número muy taurino, ya que se trata de Maestranza, aunque sea el teatro y no la plaza de los toros: José María Rubio (1991), Joaquín Caro Romero (2000), Carlos Herrera (2001), Lutgardo García (2015), Alberto García Reyes (2017), Charo Padilla (2019) y Julio Cuesta. Ay, el pobre de Julio Cuesta, que no podemos ponerle entre paréntesis el año que pronunció su pregón y "se subió al atril", que dicen los aficionados, lo que a mí me suena a subirse al trapecio de Pinito del Oro (más peligroso es).

Sé que el éxito del acto está asegurado. Hay quien da dinero por escuchar a Carlos Herrera lo de "¡a la gloria, sevillanos!", o las décimas de Caro Romero, o la inspiración de García Reyes. Porque tiene de bueno, además, que en este Pregón sin Pregón no hay gañoteo, ni válvula, ni pescuezo, ni favor en el Consejo para conseguir una entrada. Aunque actúa la Banda Sinfónica Municipal, es de Paganini: hay que pagar por la entrada. A ver si de este ensayo se sacan consecuencias para futuros pregones, que no hay quien encuentre una entrada. Y supongo que el escenario será distinto, sin las autoridades sentadas allí de cara al público, como de pasmarotes. A ver si este Pregón sin Pregón sirve al menos para dos sabias enseñanzas futuras: que se pueda sacar entrada en taquilla y que quiten de allí arriba del escenario, entre los macetones de quencias y los municipales de gala, a las autoridades con cara de autoridad.

 

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