ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  20 de abril  de 2021
                               
 

Saiz y Asenjo

Esta vez he querido esperar unos días para ver cómo respondía esta Sevilla que se las trae en el relevo en el Arzobispado de una de las Iglesias más importantes de España, aunque siempre esté mirando a Roma por el rabillo del ojo sin darse a sí misma el valor que tiene dentro del catolicismo. Esta vez no hay broma de Báculo Magefesa ni de apellidos de árbitro de fútbol de Segunda División. La única, quizá, que al poner unidos los apellidos del arzobispo que se va por jubilación y del que viene con mucho tiempo por delante a sus 64 años, suenan quizá a nombre de calle cercana al Palacio Arzobispal. Como "Sanz y Fores", Saiz y Asenjo. Fin de la broma.

Porque no sé si se notará que escribo apenado por el fin del fructífero pontificado hispalense de don Juan José Asenjo, que me honró con su amistad. He tenido la suerte de comprobar que este hombre es un santo. ¡Lo que aguantó al llegar a Sevilla! ¡Lo mal que lo recibió Sevilla! ¿Por qué? Ah, yo lo sé, pero no lo diré. Lo que sí sé es que tentado estuvo en aquellos aciagos meses de tirar la toalla y escribir una carta al Papa renunciando al arzobispado hispalense. Luego las cosas fueron entrando en caja, pero con muchas reticencias y adversidades, que las aguantó, ya digo, como un santo. Fue difícil, muy difícil su tarea callada de renovación del Seminario y de la Curia Diocesana. Supo reunirse de la que llamé "cuadrilla al arte", un equipo de jóvenes sacerdotes a los que encomendó las delicadas tareas de meter a Sevilla en vereda, cosa que logró al cabo del tiempo. No porque él, al que la Verdad hace libre en cada momento, renunciara a nada, sino porque poco a poco Sevilla lo fue descubriendo. Y cuando más esperábamos de su ejemplar entrega a la solución de los problemas de la Iglesia de Sevilla y más en estos malos tiempos de la pandemia y de las horas extras que tiene que echar Cáritas ante las desgracias, vinieron juntas la edad de jubilación y la enfermedad de sus ojos, que lo dejó prácticamente ciego, con sólo un veinte por ciento de visión. Fue angustioso en aquella solemne misa en el Altar del Jubileo de la Catedral escucharle decir a don Luis Rueda, prefecto de Liturgia: "No veo..." Pienso ahora en aquel trágico momento y se me agranda aún más la figura moral de este gran arzobispo que pierde Sevilla y al que, como siempre pasa aquí, cuando vaya pasado el tiempo se le reconocerán los méritos que se le negaron. Ah, y su sevillanismo adoptivo. Pudiendo volver a su Sigüenza natal, prefiere quedarse con nosotros, en una casita en la calle del legendario Hombre de Piedra.

...Y don José Ángel Saiz Meneses, que tomará posesión en junio y que no sé por qué me da la impresión de que ha caído de pie en Sevilla. Y que trae en su curriculum algo que dice que es un tío con dos... mitras. Siendo obispo de Tarrasa, se ha opuesto a los separatistas catalanes y no ha consentido homenaje alguno a los políticos sediciosos condenados y presos por su golpe de Estado contra España. Eso y su conocimiento directo de nuestra religiosidad popular ya lo avalan. Que la Virgen de los Reyes lo ilumine y tengamos otro fecundo pontificado en Palacio, esta vez sin guasa de Sevilla.

 

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