ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 21 de septiembre  de 2021
                               
 

Aquilino cruzó el puente

Esta noche, Aquilino, como ya has cruzado el puente que lleva de esta vida a la inmortal de los justos como tú, habrás estado con tu Cachorro, al que dos clavos impedían entonces, cuando aquel poema, darte el abrazo con el que te habrá premiado ahora. Sí, querido Aquilino Duque, hablo de tu poema "El Cachorro en el puente", que junto a «El rito y la regla» de Rafael Montesinos, para mí es lo más perfecto y emocionante de cuanto se ha escrito de Semana Santa: «Esta noche, Manuel, tú sobre el puente,/tú sobre el río prometiendo abrazos/que nunca habrás de dar porque no puedes,/porque un madero y unos clavos dicen/que nadie es libre de morir su muerte». Has sido libre para vivir tu muerte en el Aljarafe, en tu paraíso de "Viñamarina". Fuiste libre hasta la muerte. Independiente. Insobornable. Indiferente ante los mamelucos que por tu patriotismo te ponían de facha. Decías lo que otros no se atrevían y por su cobardía callaban. Y no ahora, sino de siempre. Eras campeón de natación contra corriente, por algo habías nacido a la orillita del río, como Chicuelo, el que puso la gracia que luego hizo inmarcesible tu admirado Pepe Luis Vázquez. Cuando había en España entera como un imparable clamor a favor de las autonomías, te atreviste a advertir de los peligros que corría la unidad de España. Y el tiempo te ha dado la razón. Como luego se ha visto y demostrado que Andalucía corría el peligro de convertirse en un Régimen, como alertabas incluso contra la bandera verde y blanca e hizo olvidar a tantos la enseña nacional que para ti era el símbolo de tu sagrada Patria, de la que durante tantos años anduviste tan lejos, como funcionario de organismos internacionales.

Tu independencia y tu sentido de la libertad impulsaron la vela de un imaginario bergantín que zarpase de tu natal calle Betis al ancho mundo que tomaste siempre como la verdadera Patria: «Tienen los andaluces por patria el universo», nos dejaste escrito en un rotundo verso de «La calle de la Luna», tu primer libro de versos (1958), cuando andabas en el grupo poético de la revista "Aljibe", hermano de los poetas gaditanos que con Quiñones a la cabeza sacaban "Platero", todos los cuales os carteabais con el Juan Ramón del exilio de Puerto Rico, que elogiaba vuestra obra.

Ese solo libro, "La calle de la Luna", te hubiera bastado, Aquilino querido, para consagrarte como poeta imprescindible. Hago ahora excepción de tu copiosa obra en novela, en ensayo, en artículos, y me quedo con ese libro que me sé casi enterito de memoria y fue mi acicate para dedicarme a la escritura cuando una tarde en Los Corales leíste generosamente mis primeros versos. Cuando todos confundían a Cernuda con Neruda y nadie lo conocía en Sevilla, me hiciste leer "Ocnos". Me advertiste que cuidado, que Sevilla es una flor carnívora. Y otra la libertad, querido Aquilino, que siempre proclamaste, y que te condenó a un injusto olvido, sin el premio Cervantes que mucho más que otros, sumisos, mereciste. Que El Cachorro al que ya has abrazado en el puente, Aquilino querido, te dé la luz perpetua de esos tus versos llenos de gracia y de profundidad que de memoria nos sabemos.

 

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