ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 23 de septiembre  de 2021
                               
 

Homenaje a los cocheros

En la lenta recuperación tras la pandemia, en la que como quien no quiere la cosa los hoteles han perdido 380 millones de euros en facturación (que se dice pronto), empiezan a verse signos de alegría. Aparte de la reapertura de muchos de esos hoteles cerrados durante más de un año, dos símbolos de Sevilla, el segundo más que el primero: los autobuses turísticos colorados de dos pisos y los coches de caballo de alquiler. Da alegría ir por el Paseo Colón y ver que los autobuses colorados están esperando al pie de la Torre del Oro y que han vuelto a su recorrido, en los que todo el mundo quiere ir en el piso de arriba; y observar cómo por el Postigo del Carbón sale de la calle Santander una caravana de varios coches de caballos que vienen desde la Catedral probablemente y se dirigen a sus habituales itinerarios para enseñar Sevilla a los turistas por San Telmo, la Plaza de España, el Parque.

Sevilla tiene una cuidada y digna flota de coches de caballos de alquiler. Los que antiguamente llamaban "peseteros", por lo que costaba su trayecto cuando funcionaban no como vehículos turísticos, sino como medio de transporte urbano, como ahora pueden ser los taxis. Antaño, los coches de caballos tenían unos jamelgos esqueléticos que daban lástima. Ahora no sólo están muy cuidados los milores y las manolas, que suelen ser los dos tipos de carruajes dedicados a este menester, sino los caballos, que da gusto verlos cómo bracean y lo bien mantenidos que están. Su dinero les han costado a los cocheros durante los meses duros del estado de alarma y del confinamiento. A una tienda cerrada no hay que darle pienso todos los días. Al caballo no se le puede apuntar en un ERTE: había que darle de comer como si Sevilla estuviera empetada de turistas y no desierta y cerrada.

Vuelven a escucharse los cascos de los coches de caballos de alquiler, como en la mejor exhibición de enganches. Que ha sido el enganche de los cocheros de caballos al mantenimiento de sus tradicionales vehículos en los días más duros. Sabemos lo que han perdido los hoteles, pero ¿cuánto han perdido los cocheros de caballos en los meses del confinamiento y la crisis? Y a ninguno, que yo sepa, se le ha ocurrido vender el coche y mandar el caballo al matadero, sino que los han mantenido y han resurgido cuando la cosa medio ha mejorado, en todo su esplendor y gloria. Esa alegría que decía volver a escuchar los cascos de sus caballos sobre las grises frágiles losas de la Plaza de la Virgen de los Reyes o del Triunfo, camino de la ruta acostumbrada y acordada a precio alzado.

Creo que los cocheros de caballos se merecen un homenaje. No sólo son un símbolo de Sevilla para muchos visitantes, sino que han aguantado los hombres el temporal en el peor momento. Como me temo que no les darán ayudas económicas, que no les falte al menos el agradecimiento de este humilde homenaje literario a las que González Ruano llamó "góndolas del asfalto".

 

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