ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 27 de septiembre  de 2021
                               
 

Baile de toriles

No me atrevo escribir de toros, y menos en plena temporada, como ahora en la sanmiguelada, porque en ABC ya hay sabios, amenos y entendidos cronistas que saben hacerlo siete mil millones de veces mejor, de Andrés Amorós a Rosario Pérez, a Jesús Bayort o al hijo de Rafael de Paula, por no hablar de aquellos inolvidables comentarios de Ignacio Sánchez-Mejías, que tantos aficionados suscribían y hacían suyos. Pero sí me gusta, en cambio, escribir de la plaza de los toros y de su sociología parda, de la liturgia sevillana de la Fiesta en el coso del Arenal, de los ritos que aquí se cumplen con fidelidad de rúbrica de culto. Desde lo bien vestida que va la gente a la plaza, lo que sorprende a los forasteros, a los tópicos silencios, pero tomados por el lado de indiferencia total tras una faena que no ha merecido la pena ni de los pitos. En la plaza de Sevilla es donde menos se pita del mundo. Las "muestras de desagrado" que decían los cronistas clásicos tienen aquí forma de un destructor silencio. No merece la pena silbar una faena que no ha llegado a serlo. Cuando aquello ha terminado, el abonado se limita a decir a su vecino de localidad:

-- ¡Mañana me pasaré por allí para que hablemos de eso!

Y en mi afición de ceremoniero de la plaza he observado este año un cambio que quizá muchos aficionados no hayan advertido. Ha cambiado el torilero del llamado "portón de los sustos". Y no sólo ha cambiado el empleado de la plaza encargado de recoger la simbólica llave de los alguacilillos y de abrir la puerta de chiqueros para que salga el toro, sino su atuendo. Hasta ahora, el torilero de la plaza de Sevilla iba vestido de particular con una gorra de plato, como los acomodadores o los porteros. Ahora va vestido de corto, con esa gorrilla como rociera que se ha impuesto en el campo bravo más que el sombrero de ala ancha. ¿Qué ha pasado? Pues que la empresa ha decidido cambiar al que hasta ahora estaba allí en la puerta, con su gorra de plato que se quitaba para recibir la llave del mayor de los alguaciles, siempre impecablemente vestido de traje y corbata, que parecía salido de la planta de caballeros del Cortinglés, de Galán o de O´Kean. El torilero ha caído en la red, como un balón que entra a gol. En las redes sociales, en la que era seguidor activo y en las que puso un comentario dicen que desafortunado sobre el futuro de la temporada, que le ha costado el puesto al elegantísimo y bético José Manuel Fernández Bohórquez. El que en las novilladas de verano cambiaba su terno por la sevillanísima y clásica guayabera blanca, el que iba "de civil". Ha sido sustituido por Hermenegildo Cortés Vila, que ya no viste de calle, de traje impecable y corbata y gorra de plato, sino de corto, como habrán podido ver. Es como si con el cambio en la puerta de chiqueros y en el atuendo del torilero, de elegante vestido de calle a traje corto, sin Fernández Bohórquez con el terno de las grandes ocasiones, la plaza hubiese dejado la ciudad y se hubiese ido al campo bravo, a una ganadería. Con su torilero vestido como para un tentadero o una faena de embarque. Parece que detrás de esa puerta y esos corrales ya no está ya la calle Adriano, sino la dehesa de la sierra.

 

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