ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  6 de octubre  de 2021
                               
 

Volcán sin rebequita

No es cierto que las desgracias nunca vengan solas. La enorme desgracia de las desatadas fuerzas de la Naturaleza en el volcán de Cumbre Vieja de la isla de La Palma ha venido sola en su desolación de la población desalojada, de casas literalmente engullidas por la lava, del río de magma llegando a la mar a través de la riqueza de los destruidos cultivos de plátanos, de la incertidumbre a lo medalla del amor: hoy tengo un cráter echando rocas incandescentes más que ayer, pero quizá uno menos que mañana. Esta vez la desgracia ha venido sola, únicamente acompañada de los vulcanólogos, de los expertos, de los catedráticos de Geología, de los comités encargados de medir las coladas o la toxicidad del aire que respiran los palmeros en las proximidades de la erupción o tras la llegada de sus efectos al agua de la mar.

Pero en esta enorme desgracia (en la que ya ha ido hasta la isla tres veces un Pedro Sánchez que no se dignó poner un pie en Ifema en los más graves y preocupantes días de la pandemia del coronavirus), ha venido sola a efectos de información. Sí, todos tenemos un hartazgo de ver el volcán en televisión. Que levante la mano quien no lo sienta y sufra. Dan ganas de apagarla, que es lo que mucha gente hace. A veces se saca la conclusión de que nadie sabe nada, por muchos expertos que hablen. Ay, los expertos... Si cuando los peores momentos del covid nos hubieran explicado la situación los verdaderos expertos, si es que los había... Ahora hablan unos señores que son catedráticos, que tienen cara y apellidos, y cargos de relevancia en su especialidad de la vulcanología o la geología. Y a pesar de ello, nos quedamos muchas veces in albis, porque nadie sabe cuánto durará la eclosión del ardiente magma, la lluvia de ceniza sobre toda la isla, el alejamiento precautorio de los vecinos de sus casas, incluso de aquellas que no se tragó literalmente la lava. ¿Cuánto durará todo? Es lo que nadie sabe contestar, aunque te citen a las Hawaii o a otros puntos que han sufrido desgracias semejantes.

Pero todo podía haber sido peor. Bastante peor. Lo que le faltaba al volcán de Cumbre Vieja es que nos lo hubiera explicado Fernando Simón, el tío de la rebequita. ¿Se imaginan la vocecilla del portavoz de tantas mentiras del Gobierno sobre el covid explicando ahora lo inexplicable? Lo habría explicado, naturalmente que lo habría explicado. No sólo nos hubiera dicho cuánto tiempo va a estar todavía el volcán echando lava y desgracia, e incluso nos habría citado con fecha y con hora el momento exacto de la terminación de la catástrofe natural. Naturalmente. Es lo suyo. ¡De la que nos hemos librado sin que el tío de la rebequita nos explique el volcán de La Palma! Menos mal que la catástrofe cae en otro negociado que no es el suyo, y que esta vez dan la cara los verdaderamente expertos. Que son los que, sin quererlo quizá ni ellos, más dudas te dejan, más miedo en el cuerpo, más sentimiento de conmiseración con los que aunque sufren la lava de la Cumbre Vieja, que por lo menos se ha librado esta vez de Fernando Simón.

 

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