ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  15 de octubre  de 2021
                               
 

Castilleja, marca España

Antes que los quitaran en Sevilla y sustituyeran por los celestes autobuses "pegasos" municipales, Castilleja de la Cuesta tuvo tranvías. Lo que ocurre es que el tranvía de Castilleja era algo particular, de lo que me he acordado cuando he leído que Emasesa está haciendo obras en el barranco de La Trocha. El tranvía de Castilleja estaba fundamentado precisamente en La Trocha: el camino paralelo a la Cuesta del Caracol por donde la gente iba y venía andando directamente hasta La Pañoleta, para coger allí el tranvía de Sevilla que, tras atravesar la Vega, cruzar el río y recorrer Triana, les dejaba en la plaza de la Magdalena. Y en ese tranvía del enlace de La Trocha bajaba a Sevilla todos los días con su canasto una mujer trabajadora de Castilleja, Inés Rosales, a vender sus productos únicos y riquísimos que eran parte fundamental de muchos desayunos y no faltaban en ningún bar: las tortas que llevaban su nombre. Sí, es como la historia de los millonarios americanos. Cuando he leído la gozosa expansión de la firma sevillana en el mercado exterior, donde ya vende el 20 por ciento de su producción, me ha acordado a aquella mujer que puso los primeros pilares de este imperio comercial, bajando todos los días La Trocha para coger el tranvía y vender por Sevilla.

Lo más maravilloso de esta expansión exterior de las tortas de Castilleja, aparte de la creación de riqueza y de empleo, es que las encuentras en el extranjero en cualquier tienda de delicadezas o en los estantes de un supermercado y ves con emoción la Marca España con membreta de Sevilla y de Castilleja. Y con el buen gusto de que no han cambiado su aspecto exterior, con su papel parafinado y su lema de "las legítimas y acreditadas" tortas de aceite de Inés Rosales. Ah, y un chorréon de fidelidad a los principios, cuando siguen manteniendo la primitiva dirección, "Calle Real, 102", y un número de teléfono de cuando no había ni móviles: el 30. Por fortuna, los diseñadores no han metido mano en el continente de las tortas de Castilleja, que se escribe "Inés Rosales" y se pronuncia "tortas de Castilleja". Donde sí han hecho las innovaciones es en el producto, que han ayudado a conquistar ese mercado exterior tan competitivo. Y, por ejemplo, han enseñado a los americanos a tomarlas como aperitivo salado o han hecho unas en tamaño mini, saladas, con queso manchego, o dulces, con anís. O le han añadido coco a los famosos cortadillos de cidra, maravillosos, a los que hay que echarles de comer aparte. Todo a la medida del mercado exterior, pero sin abandonar las raíces interiores.

Sé que la fábrica de Inés Rosales está ahora en Huévar. Pero aunque la inmensa fábrica esté lejos ya de La Trocha, las tortas de Inés Rosales siguen pregonando, y a mucha honra, el nombre de Castilleja por todo el mundo. Ya digo, la mejor representación de la Marca España. Aquella España que estaba tan lejana cuando Martínez Barrio le pedía a don Ramón Carande que le llevara tortas de Inés Rosales cuando iba a visitarlo en su exilio parisino.

 

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