ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  4 de diciembre  de 2021
                               
 

Negacionistas de comidas de empresa

Lo que nos gusta una juerga... Lo que nos gusta echarnos a la calle... Lo que nos gusta un copeo y un tapeo... Y lo que nos gusta una comida de Navidad de la empresa, que dicen que no queda sitio libre hasta después de Nochevieja en ningún restaurante de Sevilla, ni de los de postín (palabra que se está poniendo de moda por cierto), ni de los de medio pelo, ni incluso en los bares que tienen dentro mesas en las que, juntas, pueden caber los diez o los doce del centro de trabajo que van al almuerzo que acaba a las 8 de la tarde. Horrorosa comida, donde hay que seguir aguantando a los mismos de todo el año, y ante la que no cabe la "telecomida" como durante los meses duros de la pandemia muchos se quedaron en casita con el teletrabajo. ¡Y se estaba tan bien en algunas oficinas cuando el malaje de cuota que hay en todos los sitios se había quedado en su casa en el turno de teletrabajo!

Como el Jálogüin es costumbre importada de Estados Unidos que ha acabado con la Fiesta de Fieles Difuntos y del mismo modo que el Black Friday ha terminado con el sentido del comienzo del Adviento, yo no sé si esta moda, cada vez más acentuada, de las comidas de empresa por Navidad es nacida aquí o la hemos traído también de América. El caso es que en cada centro de trabajo hay una empleada que es la forofa de la comida de Navidad. La que está todo el año pensando en la comida de Navidad, la que cuando va por vez primera a un restaurante que le gusta, lo que dice es:

-- ¡Qué buen sitio para la comida de Navidad de la empresa de este año!

Esta forofa de la comida de Navidad es la que cada año se encarga de buscar el sitio, de consensuarlo con los compañeros de trabajo, de reservar el día y la hora, hasta de encargar el menú y discutir su precio para sacarlo baratito. Parece que la comida de Navidad la ofrece ella, que ella es la que convida, por el interés que le pone y por lo que se preocupa. Menos probar el menú antes, como se estila para las bodas, lo hace todo por la comida de Navidad, y en las Pascuas del maléfico año 2020 lo pasó mal, porque las duras restricciones por la pandemia no le permitieron estar en todo lo suyo de la organización del almuerzo muchas veces inaguantable.

Pero igual que hay aficionados (tela) a la comida de Navidad, me extraña que no haya en esto, como en las vacunas, negacionistas. Y para mí que con las cifras de casos por cada 100.000 habitantes con que nos vamos a plantar a este paso en las Pascuas, las comidas de Navidad son un peligro de contagio que no estaría nada mal la Consejería de Salud le pusiera "numerus clausus" de asistentes. Sí, ya sé que sería una puñalada trapera a los restaurantes donde se celebran, pero si antes le temíamos muchos a las comidas de Navidad porque hay que aguantar con una copita encima al plasta de la oficina, ahora es por los posibles contagios, todos sin mascarillas y hombro con hombro. Como me extraña que no haya negacionistas de las bullas en el centro en cuanto se enciende el alumbrado de Navidad. Y eso que tenemos encima "la fiesta" de la variante Ómicron. Pues nada, negacionistas de peligros y riesgos no hay, sólo de vacunas...

 

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