ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  19 de diciembre  de 2021
                               
 

Cenas con cuñados

Dentro de la relativa normalización de la vida cotidiana y de los excesos de inconsciencia de reunir multitudes en torno a los alumbrados callejeros, a pesar de la amenaza del Ómicron dichoso, se ha resaltado que los estadios de fútbol vuelven al aforo completo, y que se anulan muchas restricciones que pasamos en las dos última Navidades. Se ha resaltado también que vuelven las comidas de familia en la Nochuebuena sin "numerus clausus". Aquello que no podían reunirse más de seis u ocho de la familia y quedaban fuera muchos parientes que en años anteriores venían a tomarse el pavo con nosotros. Y se quedaban fuera también de la cena los cuñados, institución españolísima cuya ausencia nadie reivindicó en aquellos meses duros de las Navidades anteriores, como hubiese sido de justicia. Por eso hay que anunciar con toda alegría que los tribunales superiores de Justicia no han rechazado la prohibición de los cuñados en las cenas de Navidad, al contrario de la pretensión de algunas autonomías de exigir el Pasaporte Covid para poder tomarse un café en un bar, cenar en un restaurante o ir de copas a ese nuevo tópico del "ocio nocturno". En las últimas cenas familiares de Navidad no faltó nunca el pavo por mal que estuvieran las cosas, pero sí algo fundamental: el cuñado. Como aquello de "vacaciones sin Kodak son vacaciones perdidas", cena de Navidad sin cuñado es cena en baldío, parece que le falta algo.

Según leo en la última edición, revisada, del Tratado de Cuñadología Española, el "hermano del cónyuge de una persona cónyuge del hermano de una persona" (como lo define el DRAE), "tiene un infinito conocimiento de todas las disciplinas importantes para la vida en sociedad: medicina, economía, política, sociología, cocina, mecánica, mecánica cuántica, comercio, meteorología, física, lengua española y extranjeras, educación, sicología, historia, decoración de interiores, bricolaje, jardinería, moda, literatura, cine, fotografía, nuevas tecnologías, comunicación y, sobre todo, fútbol; combinándolas sabiamente en defensa de sus argumentos." Según añade dicho Tratado, el cuñado "utiliza unas frases recurrentes que ejercen un efecto hipnótico en su interlocutor de turno y le granjean respeto y consideración: "No tienes ni puta idea", "Déjame a mí, que controlo mucho", "Yo fui el primero que lo hizo", "Conozco un sitio que lo venden por la mitad" o "Estos son todos iguales, lo que tienes que hacer es votar a ...". El cuñado en la cena de Navidad es como "siente un tertuliano en su mesa": saben de todo y a todo saben llevar la contraria. El cuñado es un supremacista con respecto al resto de comensales de la familia, que ríase usted de los catalanes y su desprecio por la lengua española.

Si no fuera porque hay cosas más importantes que celebrar en esa noche, como el Nacimiento del Salvador, yo propondría a la Unesco que declarara al Cuñado Español como patrimonio de la Humanidad y a la Nochebuena, Día Internacional del Cuñado. Por eso es importante esta vuelta a la normalidad que significa que los cuñados, con el test de antígenos hecho, vuelven en toda su plenitud a darnos la cena de Nochebuena. ¡Cuñaaaaaaaao!

 

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