ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  22 de diciembre  de 2021
                               
 

Cenas con miedo

Otros años, tras el sorteo de la Lotería de Navidad, cuando allá a la hora del Ángelus los niños de San Ildefonso habían terminado ya de cantar los últimos premios y comprobábamos que tampoco esta vez nos había tocado ni una triste pedrea, ni el reintegro, al de hoy le solían llamar el Día de la Salud, por aquello de que todo el mundo se conformaba diciendo:

-- Bueno, aunque no nos haya tocado nada, tenemos salud, que es lo que importa.

Esta vez la cosa no está tan clara. Lo digo por la sexta ola del covid, que viene al modo de la canción de Rocío Jurado, "como una ola". Esta vez, habrá que cambiar la frase de consuelo por otra que diga:

-- Bueno, por lo menos no nos ha tocado el covid.

Porque constato que con la sexta ola y con la amenaza de la variante Ómicron, al virus le pasa como antes al Gordo de Navidad: que está muy repartido. Demasiado repartido. Las de Nochebuena no van a ser, como otros años, con el clásico pavo o con el capón de Cascajares del que habla Josemi Rodríguez-Siero. Van a ser con miedo. Yo no sé si usted ha llegado a la misma conclusión que servidor: que número de contagiados y hospitalizados por la desgracia y vacunaciones aparte, nunca ha habido tanto miedo al virus como hasta ahora. De otra manera no se explica que se hayan agotado en las farmacias los test de antígenos para hacerlos en casa, ni las colas de los laboratorios para sacarse el PCR. Yo creo que más que nunca. Es un miedo distinto a cuando empezó la pandemia en aquel famoso 8 de marzo de 2020 de la manifestación. Hubo un paréntesis bien cercano, con el que entró una desbordada y peligrosa alegría nacional, que fue cuando creíamos que habíamos alcanzado la inmunidad de grupo (me resisto a decir lo de "rebaño") con la bajada de casos por cada 100.000 habitantes y con las altas cifras de vacunación, ejemplarmente realizadas por las autonomías con la habitual inhibición de Sánchez y su Gobierno. Nos creímos todos que con la vacuna inoculada ya no corríamos riesgo alguno de contraer el virus. Poco dura la alegría en casa del pobre y la tranquilidad en la de quien vive en una región asolada por la pandemia. Ahora tenemos miedo hasta con los tres pinchazos, tres, como los tres banderilleros en el redondel de Gabriela Ortega, de la vacuna. Aquello de ir sin mascarilla por la calle porque estábamos vacunados ha pasado al libro de las horas alegres y confiadas.

Me da miedo que sean las propias familias las que se aseguran que todos los que van a ir a la cena de Navidad, cuñados incluidos, están libres del virus y exijan por su cuenta el test de antígenos o el PCR a todos sus miembros. Parece como su hubiéramos cambiado el villancico de los peces en el río o de la burra que camina hacia Belén cargada de chocolate por familias enteras cargadas de papeles del laboratorio en el bolsillo, con el PCR negativo o el test de antígenos. Para mí que el villancico de las cenas de Navidad de este año es el "Tengo miedo" de Marifé de Triana. Que no es un villancico, sino una triste realidad.

 

Correo Correo Si quiere usted enviar algún comentario sobre este artículo puede hacerlo a este correo electrónico

         

 

 

                                      Correo Correo            

Clic para ir a la portada

¿QUIÉN HACE ESTO?

Biografía de Antonio Burgos


 

 

Copyright © 1998 Arco del Postigo S.L. Sevilla, España. 
¿Qué puede encontrar en cada sección de El RedCuadro ?PINCHE AQUI PARA IR AL  "MAPA DE WEB"
 

 

 


 

Página principal-Inicio