ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  15 de enero  de 2022
                               
 

El bombo de la Copa

No soy aficionado al fútbol. Y bien que me harto de oír por la noche el programa deportivo de la COPE, pero ver si acabo entendiendo algo. Pero a pesar de las horas nocturnas que le echo con el auricular en la almohada, no acabo de saber qué es "un carrilero". Me suena a eso de "carrillada" que te ofrecen ahora en todos los restaurantes. Y me escandalizan las "cláusulas", que son de conciencia por la burrada de millones que se pagan por el traspaso de un futbolista. ¡Y pensar que hubo un tiempo en el fútbol sevillano en que se fichó a una figura de la época por quinientas pesetas y una gabardina!

No soy aficionado al fútbol, pero profeso la fe del beticismo. Concretamente en su secta del Currobetis, la que fundó José Carlos Peris y tan vigente sigue estando, aunque estemos ya en el año XXII d.C. (después de retirado Curro en La Algaba). Pero no me tengan por bético rabioso, de los anti-sevillistas. Me alegran los triunfos de los dos equipos de Sevilla, sea nuestro verde de la esperanza y de la resistencia, sea el blanco de los que nunca se rinden; sea el himno de El Arrebato, sea el de Rafa Serna. Y por eso estoy encantado con ver los lunes la clasificación de Primera y admirar a nuestros dos equipos arriba: el Sevilla F.C. el segundo en la tabla, teniéndoselas tiesas al Real Madrid con los partidos menos que aún le quedan por jugar; y a nuestro Betis bueno de nuestras penas y alegrías del amor el tercero en la tabla. Pero una jornada y otra, aguantando ahí arriba los dos equipos sevillanos como dos gallitos, dos jabatos, no como en aquellos malos tiempos en que sólo los veíamos arriba si mirábamos la clasificación con el ABC puesto del revés.

Con la Liga vivimos semanas de ilusión tanto sevillistas como béticos, que falta nos hace ante tanta pandemia, tanta crisis económica, tanta baja laboral por la enfermedad, tanto PCR y tanta ruina. Ilusión de la Liga que se iba trasladando a la Copa. Hasta que vino el cruce de los octavos de final. Esto del cruce de la Copa me suena al famoso cruce de Las Cabezas de antes de la autopista de Cádiz, pero sin tostadas con manteca colorá. Y mire usted por dónde, el cruce de octavos no ha podido salir con peor suerte. El bombo de los cruces de la Copa está como la Jaca de La Algaba. Con la de combinaciones que podía haber sacado, no se le ocurre al carnes mías otra que inventarse un derbi a estas alturas de esperanzas que tenían Sevilla y Betis con la Copa, en la que muy bien podían haber llegado los dos a las semifinales o a la final, para alegría de sus aficiones. Pero no. Al puñetero bombo de la Copa no se le ocurre otra cosa que sacar un derbi sevillano fratricida, sin ninguna necesidad, en que uno de los dos ha de caer. Con la de esperanzas que hubieran supuesto haber salido un Betis-Atlético Baleares o un Sevilla-Gerona, que hubiesen hecho soñar a esta ciudad tan falta de ilusiones. Pues nada. Uno de los dos, o Betis o Sevilla, han de caer hoy de la Copa. Eso no es un sorteo. Eso no es un derbi. Eso es un duelo a primera sangre. Eso, lo digo de verdad, es una jangá.

 

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