ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 17 de febrero  de 2022
                               
 

Adiós a otra calentería

Entre planos quizá falsos de expansión futura de la ciudad y de barrios enteros que quieren construir, promesas de nuevas líneas de Metro (que yo creo que se harán "al ya te veré") y disputas vanas entre túneles y puentes para que al final no haya ni túneles ni puentes, la crónica de Sevilla, de lo que entendíamos hasta ahora por Sevilla, es un largo adiós. Una triste canción de despedida de una época, unas formas de vida, unas costumbres, unos ritos, un modelo de ciudad. Hoy me toca hacer el gorigori de otra calentería. Popularísima: la de La Alfalfa, en el callejón que va camino de la calle Pérez Galdós. Los que acudían allí cada mañana por su papelón de rueda o de papa se han encontrado con un letrero tristoncete y sentimental, que pone: "Gracias a todas las personas que han pasado por nuestro establecimiento en La Alfalfa durante más de 80 años y nos habéis hecho sentir parte de esta ciudad a la que tanto queremos. Una vez terminada la jornada del domingo 20 febrero de este 2022 nos tenemos que marchar a nuestro pesar. Eso sí, aunque lejos de aquí, seguiremos haciendo nuestros "calentitos" en Callejón del Pandero, 3 (Gelves)." (Gelves está muy bien para que le nazcan a Sevilla mitos del toreo pero no para que resurjan calenterías que se lleva el tiempo, como en la resaca de una bajamar que está acabando con tantas cosas).

Esta vez no habrá megafonía y banda de música, y palabras sentidas como una lágrima de despedida, como cuando Angela Martínez Goyguru cerró su calentería junto al Arco del Postigo, la de su tía Juana, la de Santitos, aquel que estaba con los palos de las ruedas en el ruedo de perol tan inspirado en su arte como El Vito con los suyos. La de las mañanas del Corpus y de la Virgen de los Reyes. Esta vez no habrá nadie para acompañar en la despedida y cierre a Antonio Paz Tejada, que está en La Alfalfa friendo calentitos desde cuando tenía 16 años y se tuvo que hacer cargo del negocio familiar a la muerte de su madre. Esta vez todo será muy triste y muy frío, en esta Sevilla distinta que cada vez aprecia menos sus cosas y se sorprende más ante las extrañas que imita. Hasta los mismos nombres de "calentitos" y "calentería" ha defendido la familia Paz durante estos 80 años, sin caer en el madrileñismo de llamar "churros" a los de papa o de rueda. Que ya lo sentenció Rafael Montesinos: "Llamar en Sevilla churros a los calentitos sí que es un churro".

Tendré que sugerir a Adepa que al igual que elabora catálogos para proteger edificios regionalistas en trance de demolición, elabore la escasa lista de calenterías que nos quedan. No bares donde fríen calentitos, que los hay y muy buenos, sino negocios "de masa frita", como se llamaban a estos obradores de deliciosas y sevillanísimas frutas de sartén. A este paso, sólo nos va a quedar, resistiendo junto a la muralla, el puesto de calentitos Alfonso en la Macarena, frente al Arco. Que bien merecería que lo declarasen Bien de Interés Cultural, antes de que una mañana aparezca con un cartelito como el de, ay, la Calentería de la Alfalfa.

 

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