ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 27 de febrero  de 2022
                               
 

El harakiri

Esto lo coge Steven Spielberg y hace una película. Pero de éxito. De Oscar. Tenían que haberlo dado en televisión en directo, mecachis, y no sin imagen, por radio, el líder Carlos Herrera en su madrugador programa matinal de la Cope. Hubiera superado a todas las películas sobre los japoneses en el final de la II Guerra Mundial, a todas las secuencias sobre la batalla de Iwo Jima. Me estoy refiriendo, "como no podía ser de otra manera" (que se dice en Tertulianés), a la entrevista de Pablo Casado con Carlos Herrera, que pasará con todos los honores a la historia universal de los errores garrafales de los partidos políticos y a las antologìas del egocentrismo. Hasta ahora no habíamos escuchado por la radio en directo un harakiri como el que se hizo Pablo Casado en la Cope. Aunque tampoco podemos dejar atrás el que, previamente, se había hecho Isabel Díaz Ayuso. ¿Cómo puede haber tanto odio entre dos políticos del mismo partido? ¿Por qué no emplearon esas energías y esos gatos en la barriga contra su adversario, que me parece que se equivocaron y no se creyeron que era Pedro Sánchez y los que con tal de seguir gobernando pactan con todo lo pactable, incluidos los que quieren acabar con España?

Tomo la moviola de la política y llego a la conclusión de que el harakiri, más que forma de suicidio ritual practicado en el Japón por razones de honor, es una constante política en España. El harakiri político es tan español como el flamenco, los toros, el salmorejo o la paella. Nuestra historia contemporánea está llena de harakiris políticos. El feliz reinado de Don Alfonso XIII se hizo el harakiri con su complacencia y apoyo a la dictadura del General Primo de Rivera. De acabar con la sangría de la guerra de África devino en la Dictablanda de Barenguer, prólogo de la II República y de la guerra civil.

Aunque de todos los harakiris de la Historia de España el más famoso y decisivo fue el que se hicieron las Cortes de Franco, que permitieron el advenimiento de las libertades con la Monarquía y de la democracia que nos trajo la Constitución de 1978. Aquel harakiri de bigotitos imperiales y guerreras blancas sí fue retransmitido en directo y todos recordamos sus imágenes. Sólo comparable al que, años después, se hizo la UCD, saliendo cada facción por sus cerros de Ubeda y abandonando a Suárez. O el harakiri de la corrupción en el PSOE que le costó el poder que tan triunfalmente había obtenido González en 1982.

Y pocos harakiris como el de Rajoy, que creyó en los burros volando de que el PNV iba a apoyarle cuando pillaron al partido con las manos en la masa y que iba a poder resistir el envite del Pacto de la Moción de Censura. Así que inscribo el harakiri del PP en curso en la más rancia tradición española de tiros en el pie. Como que creo que Spielberg anda pidiendo el teléfono de Casado, a ver si hacen una película más sonada aún que la que lamentable hemos estados presenciando, dejando al PP como unos zorros.

 

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