ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 15 de abril  de 2022
                               
 

Martillos y llamadores

En este Viernes Santo de pies rotos de tanto andar Sevilla, de emociones saturadas, en que ya está empezando el comienzo del final de los días del gozo, pasada la impaciencia de volver a tener cofradías después de tres años sin nazarenos, sin pasos, sin cornetas, sin tambores, con la ciudad desierta, ¿se acuerdan?, y los ramos de flores a la puerta de los templos desde donde deberían haber salido las hermandades que no vieron la calle, ya hemos perdido la cuenta de la de veces que esta Semana hemos visto levantar un paso de Cristo a los tres secos golpes de martillo. Lo advirtió quizá el capataz minutos antes de la primera levantá del paso dentro de la iglesia: "Oído, que esto va al martillo".

Traduzco: que esto va en los silencios de Sevilla, señores. Uno, dos y tres, que rompe un crujido, quizá de una levantá a pulso, de un esfuerzo que no se oye, pero que se siente debajo de los faldones y los respiraderos. Sevilla una y trina en los llamadores de los pasos. Los tres golpes, como en el pecho de la ciudad que recita el "Confiteor": mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa. Tres golpes. Es curioso, que los nazarenos le dicen "llamador", como el programa de papel que llevamos en el bolsillo con la hoja del cuadrante arrancada de ABC por la mañana temprano y doblada para la hora de la primera cofradía. Pero el mundo de los capataces y costaleros llama "martillo" al llamador. Otra vez las dos Sevillas: la Sevilla de los llamadores, de túnica y antifaz, y la Sevilla de los martillos, de faja y costal. Uno, dos y tres golpes de martillo. Y ese Crucificado, ese Nazareno, que se va elevando a pulso como si no se advirtiera su subida, en la tarde del sol de la alegría, en la oscuridad de la noche de las emociones. ¿Cuántas veces llevamos oídos desde el Domingo de Ramos los rituales tres golpes de martillo? Se volverán a opir, como desde siglos, esta tarde en La Mortaja, en San Isidoro, como en esta Madrugada se han escuchado con el Silencio de Sevilla y con su Señor.

En el silencio de la devoción de lo que impresionan las cofradías de negro y esparto los tres golpes del llamador recuerdan el sonido del martillo del Gólgota para clavar a la Cruz las manos redentoras de Cristo y aquellos pies que habían andado sobre las aguas y que, con la Cruz a cuestas, han recorrido en estos días las calles de Sevilla. Y suenan más a crucifixión esos tres golpes de martillo en las horas de este Viernes Santo de cansancio, de noche en vela, con los relojes rotos, casi dos días enteros con cofradías en la calle, de tanta maravilla vista con la fugacidad de lo que pasa en un instante, pero se nos queda grabado para siempre en la memoria. Cada vez que en esta Semana Santa he venido oyendo los tres golpes de martillo de un paso de Cristo que se levanta en el silencio de Sevilla, he pensado en que, en cada llamador, la ciudad crucifica de nuevo a Jesús, con tres golpes, para conmemorar su Pasión. Cristo de nuevo crucificado. Por los tres secos golpes de un martillo que sabemos que Sevilla va a levantar a Cristo sobre un monte de claveles y lirios.

 

 

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