ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 20 de abril  de 2022
                               
 

Elogio de la mascarilla

Para empezar, un poco de ironía, que nunca viene mal tal como están de tensos y convulsos los tiempos. Ahora que yo le tenía echado el ojo a un negocio maravilloso de comprar mascarillas en Malasia y venderlas aquí a cuatro veces lo que me costaban, pelotazo que me iba a permitir adquirir veinte coches de alta gama, y un casoplón en La Finca, y un chalé de dos piscinas en Marbella, va el Gobierno y suprime de un decretazo la obligatoriedad de su uso en interiores. Hoy es, por tanto, el Día Nacional Sin Mascarillas. Hasta ahora era todo sin colorantes, sin conservantes, sin gluten, sin cafeína, sin azúcar, sin alcohol. Ahora es también sin mascarilla.

La verdad es que uno le había cogido cariño a la mascarilla, fiel compañera, seguro contra riesgos y quebrantos de enfermedad, identificadora de los índices de civismo del personal. Sabíamos ya todos de mascarillas más que el que las inventó. Sabíamos la diferencia ente la FP2 y la FP3, y nada digo de la irrespirable FP5. Habíamos hecho un máster en mascarillas quirúrgicas, que tenían muchísimos detractores, quienes afirmaban que no servían para nada más que dar el pego y cumplir las ordenanzas; que a pesar de que la llevaras te podías contagiar de que tuviera el covid; que con ella tú no se lo pegabas a nadie, pero que a ti te entraban los virus, si querían, en tropel. Los españoles nos habíamos dividido en defensores de la FP2 y partidarios de la mascarilla quirúrgica.

¿Y los diseños? De poco valían los filtros que tuvieran, si eran vistosas, y te hacían juego con el vestido. La FP2 blanca y la negra se les quedaron cortas a muchos, que echaron a volar su imaginación con tejidos de los más fantasiosos. Hasta publicitarias las hicieron. En la farmacia, anunciaban las "pico de pato" y las de "pez", sin que nunca llegara a comprender cuál era la diferencia. Como te extrañaba ver una mascarilla quirúrgica de un color que no fuese azul celeste, casi Murillo, y te las encontraras de color rosa o verde.

Los españoles hemos sido dóciles y civilizados con el uso de las mascarillas, aunque en los últimos meses todo se ha relajado. En los espectáculos públicos, con sus grandes aglomeraciones, ya era muy raro encontrarte a nadie con mascarilla. La ley ha ido por detrás de la realidad, como siempre. El domingo en Sevilla, en la inauguración de la temporada de toros, con la plaza hasta la bandera y el "no hay billetes", se contaban con los dedos de una mano los que llevaban mascarilla. Eso se llama adelantarse al BOE.

Pero lo que más me sorprende no es el "sin" de las mascarillas, sino el "sin" del virus. Parece que por decreto el Gobierno ha decidido que ya no hay pandemia, ni riesgo de contagio, y como si hubiese prohibido que la gente se siga muriendo de covid, estando ahí les cifras, como están. Todos felices y contentos, con la economía recuperándose y el turismo levantando cabeza. Pero verás tú como venga otra ola. Que puede venir, con tantas alegrías. Y ahora sin mascarillas.

 

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