Ayer se cumplieron 30 años de la inauguración de la Expo de 1992, el acontecimiento que cambió la vida de Sevilla. Hoy se cumplen 30 años del viaje inaugural del Ave, el tren de alta velocidad, inicialmente llamado TAV, que puso a Sevilla en el primer plano de España, con los 471 kilómetros que separan Atocha de Santa Justa y que recorría inicialmente en dos horas y cuarenta y cinco minutos. No nos dimos cuenta entonces, pero para Sevilla empezaba una nueva etapa. Con el último tren que salió de la estación de Plaza de Armas acababa toda una época, toda una forma de entender la ciudad. Lo fundamental era que Sevilla había dejado de ser una capital provinciana y se había convertido en una gran ciudad, expandida, abierta al río del que la separó durante tanto tiempo el simbólico muro de la calle Torneo, rodeada de autovías de gran velocidad, con nuevas avenidas y desbordado muy ampliamente por las nuevas construcciones el dogal del ferrocarril y de las rondas. Si me preguntan qué fue lo más significativo de aquel cambio diré que Sevilla dejó de ser una ciudad agraria para convertirse en una gran capital del turismo, del que entonces empezó a vivir como primera industria, cerradas las principales fábricas de la Sevilla industrial del siglo XX como Hytasa, Tabacalera, Hispano Aviación, CASA, Astilleros, etc. Sevilla se rehizo de la reconversión industrial con las nuevas perspectivas de la Expo, cambió incluso el modelo económico de ciudad.
Y se empieza a preparar el centenario de la otra gran Exposición que impulsó al Sevilla en el siglo XX, la de 1929. La gran expansión de la ciudad fuera de la ronda histórica se produjo entonces, con su ampliación hacia el Sector Sur, hacia la Ciudad Jardín. Sevilla dejó entonces de ser una ciudad pueblerina, y atisbó los primeros provechos del turismo, como el comisariato regio del Marqués de Vega Inclán y la ordenación del Barrio de Santa Cruz tal como lo conocemos. ¿El primer parque temático de Sevilla como ciudad turística? Pues sí. Pero la Exposición de 1929 y sus largas vísperas impulsaron la arquitectura regionalista y atrajeron esas industrias que luego, tras el 92, habrían de cerrar. Fue el Rey Don Alfonso XIII quien impulsó la Exposición de 1929, como fue el Rey Don Juan Carlos el que impulsó la de 1992. Sevilla se adelantó por dos veces a su tiempo en un siglo con sendas exposiciones promovidas desde arriba, desde el poder central, pero aprovechadas desde los sevillanos.
¿Y ahora? Pues el modelo de Sevilla en el que vivimos, la de las peatonalizaciones y los innumerables hoteles, la de la digitilización y la desaparición del comercio tradicional, es un nuevo tiempo que aún no tiene fecha tan señalada como pueden ser 1929 o 1992. ¿En qué año ha comenzado este nuevo estirón de Sevilla del reinado de Don Felipe VI, lleno de problemas, con autopistas pendientes de financiación y líneas de Metro esperando quién pueda pagarlas, con grandes pelotazos y grandes problemas de carestía y de pero? ¿Haría falta otra nueva Exposición? No sé, pero la Sevilla de hoy en día, consecuencia del 29 y del 92, es la del siglo XXI y no tiene nada que ver con las anteriores.
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