ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 28 de abril  de 2022
                               
 

Amigo, el cardenal del 92

Las cosas de Sevilla. Quién nos iba a decir que el "Sábado del Pescaíto" de la esperada Feria de 2022 iba a quedar en la historia de la ciudad por algo bien distinto y fúnebre: por el día del entierro del cardenal don Carlos Amigo Vallejo en la solemnidad catedralicia con tañidos fúnebres de la Giralda, en la capilla de San Pablo, comocida popularmente "como de la Concepción Grande". Si por sorpresa nos ha cogido a todos la muerte del último cardenal que ha tenido Sevilla es porque nadie vio envejecer al franciscano don Carlos Amigo Vallejo. Parecía que había hecho suya la frase tan conocida del Pasmo de Triana: "Nadie va a ver a Juan Belmonte arrastrar los pies por la calle Sierpes". Nunca vimos envejecer a Don Carlos, en sus más que frecuentes visitas a Sevilla cuando ya había presentado su renuncia al cumplir 75 años. Tan alto y bien agraciado, parecía cada vez más joven, como cuando vino a la dedicación con su nombre del trozo de Placentines que va de la Casa de los Seises hasta Matananónigos, y que ahora tiene el honor sevillanísimo se ser recordado en el itinerario de muchísimas cofradías.

La inolvidable Bernardeta Vázquez-Parladé, recién llegado Don Carlos tuvo el valor de decirle en su cara, al verlo tan agraciado: "Parece usted El Pájaro Espino". Que era una serie de TVE muy popular en aquel año de 1982 en que vino de Tánger. Que fue cuando se estrenó en la procesión de la Virgen de los Reyes con aquel que bauticé como "báculo Magefesa", y que me enteré luego que era el regalo de sus feligreses de Tánger. Amigo Vallejo llegó a Sevilla en vísperas de las elecciones del cambio, que llevaron al poder al renovado socialismo hispalense de Felipe González, lo que hizo pensar en unas difíciles relaciones entre el Gobierno y la Iglesia. Relaciones que llevó con una gran mano izquierda, tacto y delicadeza. A pesar de tener España, Andalucía y Sevilla gobernantes socialistas, Amigo Vallejo supo engrandecer y renovar la Iglesia de Sevilla. Fue el arzobispo al que le cogió la Expo del 92, que aprovechó para hacer Pabellón de la Iglesia a la Catedral, con el montaje de la exposición "Magna Hispalensis" y con la utilización del primer templo como recurso turístico con el que obtener ingresos para la Iglesia, las restauraciones y las comunidades necesitadas. Fue el arzobispo que vendió San Telmo, que se estaba hundiendo, a la Junta, y le exigió también un nuevo seminario. Lo que demuestra sus buenas relaciones con el entonces presidente Borbolla. No sin oposición llevó el igualitarismo de género a las cofradías, y con él salieron las primeras mujeres nazarenas. Trajo al Papa San Juan Pablo II en dos ocasiones, la primera para beatificar a Sor Angela. Es decir, que se empapó de Sevilla. Tanto, que hasta me perdonó la guasa del báculo; me llamó franciscanamente "mi hermano lobo" y me prologó "Sevilla en 100 Recuadros". Quien se adelantó a los tiempos con él fue Amós Rodríguez Rey, el hermano del Beni de Cádiz, que retransmitiendo las cofradías en la radio de Jesús Quintero, al verlo presidir El Buen Fin dijo, antes que el Papa lo creara como tal en 2003: "Qué pedazo de cardenal". Lo fue. El cardenal del 92. Con su muerte ahora sí que de verdad se nos va toda una época de Sevilla.

 

 

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