ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  25 de julio  de 2022
                               
 

Elogio de la cucaña

La Feria de Triana, que eso es verdaderamente la Velá de Santa Ana, mantiene casi tantas tradiciones como la de abril en Sevilla. Es, si me apuran, más ritual, más alejada de la globalización de las nuevas modas. En la Velá, por ejemplo, no entró arrasando el rebujito, mientras mantiene sus viejos ritos de las avellanas verdes, de los concursos en el Altozano, de las noches de cante, antiguas costumbres que se repiten a lo largo de los años, y en las que sus organizadores mantienen como un culto a la personalidad del barrio. Por decirlo en palabras de la modernidad en curso, la Velá es una "feria de culto", como un homenaje que cada año Triana se da a sí misma, una afirmación en su personalidad frente a Sevilla.

¿Quién es el autor de la frase "Triana, puente y aparte"? ¿Sabe usted que tenía toda la razón quien lo dijo? Los trianeros tienen a la alfonsí Real Parroquia de Santa Ana como su Catedral, con sus propias tradiciones, como el toque de los Gozos en lo alto de su torre. Ya quitaron de la iglesia aquella valiosísima estela funeraria cerámica a la que en el barrio se le conocía como "el Negro", que formaba parte de las tradiciones de la Velá. Tal tradición afirmaba que la mocita que entrara en la parroquia y le diera una patada (hay quien sostenía que siete) a la cerámica de la estela funeraria de 1503 de Niculoso Pisano del llamado "Negro", encontraba novio. Era la sepultura de Íñigo López, conocido como El Negro de Triana, un indio que envió Cristóbal Colón desde Puerto Rico a España. Este "Negro" era el hijo del rey de la isla y fue su propio padre el que lo entregó como esclavo al descubridor. Cuando llegó a Sevilla, entró en el Convento de San Francisco, se convirtió al cristianismo y adoptó el nombre de Íñigo López cuando un marqués lo sacó del claustro para que le sirviera, historia novelesca que acabó en el asesinato del indio.

Pasada barbaridad de las patadas al valioso paño cerámico de Pisano al margen, Triana sí conserva en la Velá como propia, como seña de identidad, otra costumbre dicen que importada de Nápoles en el siglo XVI y muy ligada a la cultura mediterránea de los puertos: la cucaña. En el mundo de los juegos electrónicos es una maravilla cómo se mantiene la cucaña. Y ver la ilusión con la que los jóvenes trianeros, como hicieron sus padres y sus abuelos, cada atardecer, junto a la zapata del río, se sube en la barcaza en cuya proa está colocado este palo ensebado con una grasa rebaladiza, sobre la que deben caminar para alcanzar la bandera colocada al final del poste. Si la cucaña forma parte consustancial de la Velá, no menos llevar a los niños a que vean cada tarde, a las seis y media, cómo intentan caminar por el palo engrasado y resbaladizo los chavales que intentan coger la bandera. Una y otra vez, los que participan en la cucaña provocan las risas o los aplausos del público. Hasta diez banderas colocan este año en la cucaña cada tarde. Diez formas de ser Triana, casi de honrar al río. Y de nostalgias. Todos nos sentimos niños cuando reímos al ver cómo pierde el equilibro y cae al río desde el palo ensebado uno que quería coger la bandera de la cucaña.

 

Correo Correo Si quiere usted enviar algún comentario sobre este artículo puede hacerlo a este correo electrónico

         

 

 

                                      Correo Correo            

Clic para ir a la portada

¿QUIÉN HACE ESTO?

Biografía de Antonio Burgos


 

 

Copyright © 1998 Arco del Postigo S.L. Sevilla, España. 
¿Qué puede encontrar en cada sección de El RedCuadro ?PINCHE AQUI PARA IR AL  "MAPA DE WEB"
 

 

 


 

Página principal-Inicio