A los discursos de agradecimiento se debería contestar con otros igual talante. En esa situación, tan grata, me encuentro ahora. No debo dejar de dar las gracias a cuanto (excesivo) José Joaquín León me dedicó en su discurso al recibir el XXII Premio Romero Murube por su artículo 'Todos los caminos van a San Lorenzo'. Se le fue la mano elogiándome. Se lo disculpo por el afecto mutuo que nos tenemos hace muchos años, cuando en 1978, entró en ABC de Sevilla como alumno en prácticas llegado de la Universidad Complutense y fui su redactor jefe. En aquel ABC de la calle Cardenal Ilundáin aún impreso con plomo, con linotipias, con tejas en las rotativas, con un lento proceso de grabación de los cilindros de cobre de las páginas de huecograbado.
Conecté con José Joaquín porque venía de la otra tierra que más quiero, de Cádiz. Si hay sevillanos serios, que no dan la penosa talla de lo chistoso y que llevan por dentro la procesión de la profundidad, también hay gaditanos que no van por la vida con las ocurrencias tópicas en la boca. Cosa que le ocurre a León. Sí, es un gaditano serio. Tan serio que cuando llegó a Sevilla, en vez de hacerse de una cofradía bullanguera de barrio, se apuntó a la más pura esencia de la ciudad, en la Madre y Maestra, en la Hermandad de Silencio. Con León vi que era verdad la tan citada frase de Fernando Villalón, Estrabón de los sentimientos de Andalucía la Baja: "El mundo se divide en dos grandes partes, Sevilla y Cádiz". Son las dos partes del mundo de José Joaquín, que me sorprendió cuando fui su redactor jefe en ABC, como ha recordado en el discurso por el que con estas líneas le estoy donde las gracias, que comprendía por igual a Sevilla y a su Cádiz, donde fue hermano mayor del Carmen.
La sorpresa se repite ahora, cuando evoco lo mucho y en el poco tiempo en que aquel gaditano serio, muy serio, aprendió de los tuétanos de Sevilla. Se encargó en ABC nada menos que de la información de cofradías, y de sacar cada Semana Santa no sólo los cuadrantes de los horarios e itinerarios de las cofradías, sino unos compendios informativos en las páginas centrales del periódico, a modo de coleccionable separable por la grapa, con todos oos datos de cada hermandad del día. De su Cádiz se trajo su afición por las cofradías y las tradiciones, en el que no estaba ajeno el mejor y más serio Carnaval, y la tradujo por la sevillanía. Que definió la otra noche: "La sevillanía. ¿Y qué es Sevilla? Sevilla es nuestra verdad. No sabemos si es un sueño o un ideal. La sevillanía tiende a creer que el tiempo pasado fue mejor. Pero no la descalifiquen. La sevillanía no se opone al progreso, sino que quiere defender y reverdecer las esencias de Sevilla; o sea, lo esencial, lo que forjó un sentimiento que le aporta su identidad y su carácter». Me culpa el querido Jota Jota de haberle transmitido esta sevillanía y me eleva al cielo de los evangelistas elegidos de la ciudad. No se lo tomen en serio. Es exageración gaditana de un sevillano de adopción y ejercicio, que dirigió un periódico en cada una de las dos partes del mundo. No me llames "maestro", Jota Jota. La sevillanía la aprendiste donde mismo lo hicimos muchos desde hace muchos años: en ABC de Sevilla.
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