ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  2 de noviembre  de 2022
                               
 

Los muertos ignorados

Hoy, día de los Fieles Difuntos. Desgraciadamente, hemos sufrido un proceso de transculturación anglosajona, y el que acaba de pasar, el que siempre se conoció como Puente de Todos los Santos y los Difuntos, es ahora el de Jálogüin. Cuando no la Semana Blanca de los colegios. Parece como si la muerte no tuviera sitio en nuestro calendario, y mucho menos los viejos rituales de honra a los difuntos en los cementerios. De una sociedad de inhumaciones y lápidas hemos pasado a otra de incineraciones y urnas crematorias. ¿Por qué? Por el dinero. Por no gastar la familia. Incinerar a un muerto cuesta bastante más barato que inhumarlo en una fosa municipal, y además la familia se quita el trabajo de tener que ir tener luego a limpiar y decentar su tumba, como cada año se ponía el cementerio de San Fernando de hacendosos deudos provistos de cubos, escobas, escobillas y cal para poner reluciente las tumbas ante el día de Todos los Santos y los Difuntos. El cementerio era una fiesta en torno al Cristo de las Mieles. Ahora, con las incineraciones, nadie sabe dónde están las cenizas de los seres queridos (¿tiradas al mar?), salvo que las hayan depositado en el columbario de la hermandad. O si eran las del ser querido las que les dieron en una urna en el crematorio tras unas horas de espera de dolor, no me creo que las cenizas que entregan sean las del familiar que se ha incinerado, a saber de quién serán.

Hoy es el día en que nos enteremos que muchas personas que teníamos porque estaban aún entre nosotros ya murieron. O al menos es el día oficial de esa metedura de pata que solemos cometer:

---Oye, ¿cómo sigue tu padre?

--. Ah, ¿pero no te enteraste que murió el año pasado? Sí, hombre...

-- Pues no sabes cuánto lo siento.

En la fiesta de los fieles difuntos consideras cómo es la vida, esta duda profunda que no sabes si una persona ha muerto o no. A muchos de los que das por fallecidos, viven, aunque quizá en otra ciudad, en una residencia, o apartados del mundo. Y, por el contrario, a muchos de los que aún crees que viven, murieron hace muchos años. Hoy quizá sea el día en que tengas en cuenta los muertos de agosto. Morirte en Sevilla en pleno el mes de agosto, cuando casi todo el mundo está fuera, de vacaciones, es una forma de alcanzar la inmortalidad. Salvo los muy allegados de la familia, nadie se entera de que has fallecido. No viene quizá la esquela en el periódico, porque dejan el funeral para septiembre y ahora lo entierran o incineran en la intimidad. Pero es que, además, aunque venga la papeleta mortuoria en el periódico, como casi todo el mundo está fuera y no lee el ABC en la playa o en el lejano lugar de España o del extranjero donde esté de viaje de vacaciones, tampoco se enteran. Tiene, por tanto, el día de hoy algo de rito mexicano. Es el Día de los Difuntos, entre los que incluyo a los ignorados. Y a los de esas tristísimas tumbas abandonadas del cementerio, medio hundidas, donde nadie ha ido a poner unas flores, que son la más impresionante manifestación de la muerte. Que es el olvido.

 

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