ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  18 de noviembre  de 2022
                               
 

Sevilla todo lo resiste

La patronal de edificación más antigua de Andalucía, la Asociación de Constructores y Promotores de Sevilla (Gaesco), surgida tras la devastadora riada del Tamarguillo de 1961, ha cumplido sesenta años como protagonista de la transformación de Sevilla. Sí, ahora de todo cumplen 50 años, o 20, o 100, o 775, cifra esta última poco redonda que no vea usted el avío que le da a muchos, y yo sé lo que me digo. Gaesco surgió cuando todavía estaban prohibidos los sindicatos obreros y las patronales. De ahí el mérito de capear como Grupo Autónomo Económico Sindical de Constructores de Obras lo que a muchos jerarcas del edificio verticalísimo del Duque les hubiera encantado manejar como Sección Económica, que era la parte empresarial de los obligatorios sindicatos, frente a la Sección Social de los trabajadores.

Comentando los 60 años de Gaesco, ha enumera Javier Rubio los grandes momentos que han tenido un gran protagonismo en la ciudad los constructores de Gaesco: "En Sevilla ha habido tres grandes transformaciones en el último siglo: la que se produjo de cara a la Exposición Iberoamericana de 1929, la que se lanzó tras la rotura del muro de contención del Tamarguillo en 1961 y la que sobrevino por la Exposición Universal de 1992." Con la venia pedida en el palquillo del compañerismo al querido Javier Rubio, creo que se le ha olvidado una gran transformación: la que estamos viviendo y quizá tengamos demasiado cerca para contemplarla con perspectiva. La conversión de Sevilla en Parque Temático, en casi monocultivo económico turístico, hostelero, terracero y tabernero, la transformación absoluta de lo que entendíamos como el centro histórico. Esta cuarta y presente transformación de Sevilla comenzó mucho después de la Expo y no como su consecuencia. Quizá empezó con Monteseirín y la construcción del llamado Metrocentro, o sea, el tranvía, y con la peatonalización, deforestación y desnaturalización de la Avenida de la Constitución y, tras ella, de medio centro y parte del otro medio.

Las tres transformaciones que señala Rubio están muy claras. La Expo del 29 transformó una capital agraria en una gran ciudad, con ensanches y expansiones hacia el Sur y en nuevas barriadas, por fuera de las viejas murallas y de la Ronda Histórica. La riada del Tamarquillo de 1961 acabó con una ciudad insaluble, hacinada, con mucho chabolismo vertical, la Sevilla de los corrales y la miseria, que fue derribada para dar paso a nuevas construcciones. Y de la Expo del 29, qué les voy a contar que ustedes no sepan. Sevilla ni se crea ni se destruye: se transforma. Tiene tanta personalidad Sevilla que pocas ciudades han resistido dos Exposiciones en el mismo siglo sin perder su esencia. Lo de "muy heroica" de su título está más que justificado. Todo lo aguanta y resiste, sin dejar de ser Sevilla, a pesar de todos los pesares. Que Sevilla aguante la actual transformación sin dejar de ser ella misma y que la gente venga aquí por eso mismo, por lo que ha sido y por lo que es, bien que merece el título de "Muy Heroica". No por haber echado a los franceses, sino por recibir tanto turista sin dejar de ser ella misma.

 

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